LUDWIG FEUERBACH Y EL FIN DE LA FILOSOFIA CLÁSICA 
          ALEMANA
        F. 
          Engels (fragmentos)
        
          1.- La Verdad como proceso.
        Y en esto 
          precisamente estribaba la verdadera significación y el carácter 
          revolucionario de la filosofía hegeliana (...) en que daba al 
          traste para siempre con el carácter definitivo de todos los resultados 
          del pensamiento y de la acción del hombre. En Hegel la verdad 
          que trataba de conocer la filosofía no era ya una colección 
          de tesis dogmáticas fijas que una vez encontradas sólo 
          hay que aprender de memoria, ahora la verdad residía en el proceso 
          mismo del conocer, en la larga trayectoria histórica de la ciencia. 
          
        2.- 
          La filosofía como arma de la revolución.
        Ante esta 
          filosofía [hegeliana] no existe nada definitivo, absoluto, consagrado; 
          en todo pone de relieve lo que tiene de perecedero, y no deja en pie 
          más que el proceso ininterrumpido del devenir y del perecer, 
          un ascenso sin fin de lo inferior a lo superior (...) La humanidad que 
          en la persona de Hegel fue capaz de llegar a descubrir la idea absoluta, 
          tiene que hallarse también en condiciones de poder implantar 
          prácticamente en la realidad esta idea absoluta.
        3.- 
          Consideración (que hoy habría que aplicar al marxismo) 
          sobre las limitaciones del “sistema”.
        Huelga 
          decir que las exigencias del “sistema” [hegeliano] le obligan 
          con harta frecuencia a recurrir a estas construcciones forzadas que 
          todavía hoy hacen ponen el grito en el cielo a los pigmeos que 
          le combaten. Pero estas construcciones no son más que el marco 
          y el andamiaje de su obra. (...) El sistema es cabalmente lo efímero 
          de todos los filósofos.
        4.- 
          Feuerbach y Hegel.
        Fue entonces 
          cuando apareció La esencia del cristianismo de Feuerbach. Esta 
          obra pulverizó de golpe la contradicción restaurando de 
          nuevo en el trono, sin más ambages, al materialismo. La naturaleza 
          existe independientemente de toda filosofía, es la base sobre 
          la que crecieron y se desarrollaron los hombres que son también, 
          de suyo, productos naturales; fuera de la naturaleza y de los hombres, 
          no existe nada, y los seres superiores que nuestra imaginación 
          religiosa ha forjado no son más que otros tantos reflejos fantásticos 
          de nuestro propio ser. El maleficio quedaba roto; el "sistema” 
          [hegeliano] saltaba echo añicos y se le daba de lado (...) El 
          entusiasmo fue general: al punto todos nos convertimos en feuerbachianos.
        5.- 
          Las limitaciones del materialismo ilustrado.
        El materialismo 
          del siglo pasado [XVIII] era predominantemente mecánico porque 
          por aquel entonces la mecánica, y además sólo la 
          de los cuerpos sólidos –celestes y terrestres– en 
          una palabra, la mecánica de la gravedad, era, de todas las Ciencias 
          Naturales, la única que había llegado en cierto modo a 
          un punto de remate (...) Esta aplicación exclusiva del rasero 
          de la mecánica a fenómenos de naturaleza química 
          (...) constituía una de las limitaciones específicas, 
          pero inevitables en su época, del materialismo clásico 
          francés.
        La segunda 
          limitación específica de este materialismo consistía 
          en su incapacidad para concebir el mundo como un proceso, como una materia 
          sujeta al desarrollo histórico. 
        6.- 
          De Hegel a Marx.
        ... en 
          Hegel, el desarrollo dialéctico que se revela en la naturaleza 
          y en la historia (...) no es más que un cliché del automovimiento 
          del concepto; movimiento que existe y se desarrolla desde toda una eternidad, 
          no se sabe dónde, pero desde luego con independencia de todo 
          cerebro pensante. Esta inversión ideológica era la que 
          había que eliminar. Nosotros retornamos a las posiciones materialistas 
          y volvimos a ver en los conceptos de nuestro cerebro las imágenes 
          de los objetos reales, en vez de considerar a éstos como imágenes 
          de tal o cuál fase del concepto absoluto (...) lo que equivalía 
          a invertir la dialéctica que estaba cabeza abajo, poniéndola 
          de pie.