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Martin Heidegger

 

 

Jean Beaufret: Al Encuentro de Heidegger.
Conversaciones con Frederic de Towarnicki.

 

Monte Ávila Editores, Caracas, 1987 (ed. original, París 1984)

 

Fallecido en agosto de 1982, Jean Beaufret dedicó toda su labor filosófica a pensar junto con Heidegger. Autor de una notable edició del “Poema” de Parménides, sus obras completas llevan por título “Dialogue avec Heidegger”. En esta conversación describe algunos de los temas centrales del pensar heideggeriano.


Usted fue para él un amigo, un interlocutor durante más de treinta años, y dedicó la mayor parte de su vida a trabajar (a menudo con él) en el mismo camino de pensamiento. Eso no facilitó su carrera universitaria.

Es un aspecto de las cosas que tiene escasa importancia. Es cierto que en esa época las autoridades universitarias, los “arcontes” digamos, no veían con buenos ojos que se le dedicara un interés excesivo al pensamiento de Heidegger. No se permitía mucho mencionarlo, a menos que se hablara mal de él...

Era también porque su pensamiento se salía de las tradiciones, de lo trillado...

Había en contra suya una conjura de los mediocres en nombre de la mediocridad. Y como los mediocres son mayoría, la mediocridad tenía que triunfar al menos por un tiempo.

¿Cómo situar con más precisión el lugar de la obra de Heidegger? No es el pensador de una concepción del mundo...

No, eso se lo dejó más bien a Jaspers...

Ni un filósofo existencial que describe la vivencia...

Es cierto, eso se lo deja a Husserl y a las Erlebnisse.

... ni un filósofo existencialista como Sartre, que dice que...

... la experiencia precede a la esencia –después de todo, ¿por qué no?

Tampoco es un ideólogo. Entonces ¿qué es?

Es esencialmente Heidegger y su pensamiento es el de Heidegger. Le oí decir una vez: “Siempre hablan de Heidegger y...” ¡Por qué no hacer el intento de decir por fin: “Heidegger” !

Muchos estudiantes buscan respuestas precisas a las preguntas del momento. Uno de los títulos de Heidegger en francés es Chemins qui ne mènent nulle part”. “Caminos que no llevan a ninguna parte”. [Holzwege / Sendas perdidas] Muchos lectores de Heidegger tienen la impresión de que su filosofía no da con respuestas precisas que puedan ser usadas en la vida cotidiana, en la vida práctica, social, de los hombres de nuestra época.

Es ciertamente lo que menos le preocupaba; nunca buscó ser útil.

No buscó ser útil ¿entonces, qué buscó?

Buscó esclarecer un texto hasta ahora indescifrable, el texto de la filosofía, desde su origen –que él sitúa en Grecia, con Heráclito y Parménides– hasta su última manifestación, que fue la filosofía de Nietzsche, tal como se pudo conocer después de su muerte, gracias a la publicación de los Póstumos, que dieron finalmente lugar a la edición Kroner de 1913.

Intentó, por tanto, esclarecer para nosotros el camino de la filosofía, de la metafísica más que bimilenaria, que nos lleva a la edad moderna, a la era de la ciencia y de la técnica. Y también intentó esclarecer lo “no pensado”, lo “no dicho”, como él lo llama, escondido en la historia de la metafísica...

Precisamente, esclarece el camino de la metafísica en tanto escucha lo “no dicho” en ella. El único esclarecimiento posible de la filosofía en su historia es esta búsqueda de lo “no dicho” en lo “dicho” por ella, y no en otra parte.

No es, empero, la primera vez en la historia de la filosofía que un filósofo intenta abarcar en una visión de conjunto todo el trayecto de la filosofía occidental.

Claro que no. La Metafísica de Aristóteles comienza con una rememoración de toda la filosofía anterior. Empieza con Tales y termina con Platón, de quien Aristóteles fue discípulo durante dieciocho años.

Hay, pues, en Aristóteles una rememoración, un breviario de historia de la filosofía, que empieza con los “filósofos presocráticos” como se dio en llamarlos en el siglo XIX y llega a Platón. Y Aristóteles toma la palabra a partir de ahí. Asímismo, Hegel rememoró toda la historia de la filosofía, apoyándose, por cierto, en manuales que ya existían, unos volúmenes muy gruesos de los que se burlaba diciendo: “Son un increible batiburrillo del que no se puede sacar nada preciso...”. Pero Hegel buscó ordenar el conjunto según su propio proceder filosófico que era el proceder dialéctico. En ningún momento Hegel se ocupó de otra cosa que no fuera aclarar dialécticamente la historia de la filosofía.

Al contrario, Heidegger dijo en la Conferencia de Cérisy: “La definición que da Aristóteles de la filosofía es indiscutiblemente una libre consecuencia de la aurora del pensamiento, de la cual constituye una especie de conclusión”.

Se detuvo, y agregó: “Digo libre consecuencia porque de ninguna manera se puede poner de manifiesto que las filosofías, tomadas una por una, procedan unas de otras, en el sentido de la necesidad de un proceso dialéctico” [ Was ist das –die Philosophie? ]

Los filósofos entablan de alguna manera, dijo usted en un curso, un diálogo a través del tiempo. Pero con Heidegger parece suceder algo más, puesto que él se interroga también por lo “no dicho” en toda filosofía, en toda la metafísica, desde su origen hasta nuestros días. Aparece, entonces, lo que en ninguna filosofía anterior había sido visto o dicho...

Eso mismo significan los títulos de Heidegger: “¿Qué es la Metafísica?... luego, en Cérisy, “¿Qué es esto? –la Filosofía”. Los filósofos sólo habían tratado la cuestión a condición de no preguntarse de qué se trataba. Eso es lo “no dicho” de la cuestión. Lo “no dicho” de la cuestión es poner un signo de interrogación, diciendo, por ejemplo, ¿Qué es la metafísica? o ¿qué es la filosofía?. Pues, si examinamos lo que dicen los filósofos de la filosofía, se reduce, por lo general, a muy poca cosa. Por ejemplo, en el prefacio de Principios de la filosofía, Descartes escribe: “Así toda la filosofía es cual un árbol cuyas raíces son la metafísica, el tronco, la física y las ramas que parten del tronco son todas las demás ciencias que se reducen a tres principales, a saber, la medicina, la mecánica y la moral”. “Quiero decir”, añade Descartes, “la más alta y la más perfecta moral que, por presuponer un conocimiento entero de las demás ciencias, es el último grado de la sabiduría”. ¡Qué bien parados nos deja!”.

Y Heidegger, al preguntarse por las raíces del árbol...

Heidegger no se pregunta por las raíces del árbol, puesto que Descartes, precisamente, dice que las raíces son la metafísica. Se pregunta por el terreno en el cual se hunden esas raíces. Se trata, por tanto, de lo “no dicho” en Descartes, pues Descartes empieza por las raíces, mientras Heidegger va más allá de las raíces, para comprender la posibilidad de las raíces mismas. Podemos decir que en el prólogo de ¿Qué es la Metafísica?” pone sencillamente al descubierto lo “no dicho” en la definición que da Descartes de la filosofía en el prefacio de los Principios.

¿Y cómo podemos comprender la aparición de un pensamiento como ése en nuestra época? ¿Tiene un sentido particular?

¡Ninguno! Heidegger siempre pensó que lo que él aportaba era posible en cualquier época. Como provocaba cierta incredulidad, hizo concesiones diciendo que, en todo caso, un libro como Sein und Zeit era perfectamente posible hace un siglo, esto es, en la época de Hölderlin. Pero creo que es demasiado poco. Era una concesión. Él piensa que, desde el origen de la filosofía, era posible lo que él aporta en 1927 y que, por consiguiente, ¡hubiéramos podido ahorrarnos toda la filosofía! Lo dice muy formalmente en su libro sobre Nietzsche. Hacia el final del primer tomo de su Nietzsche de 1961, escribe lo siguiente: “Apenas podemos decir qué es más grande y más esencial en esa actitud pensante de los griegos en el pensar al ser: la inmediatez y pureza de la primaria mirada de las figuras esenciales del ente, o la falta de necesidad de inquirir además de ex-profeso sobre la verdad de esa mirada...”.

En términos modernos, diríamos, volviendo sobre sus propias tesis para tomarlas por atrás: los pensadores griegos, al parecer, se contentan con echar a andar, pues son meramente los hombres de los primeros pasos, sin preguntarse qué hacen a ciencia cierta. Así mismo, a propósito de la aletheia, de la cual tanto hablamos en otras conversaciones, Heidegger escribe que, a pesar de que significa la puesta al descubierto, la aletheia es das Verborgenste im griechische Dasein, “lo más oculto de toda la existencia griega”, lo “no dicho” en la existencia griega.

Ciertamente, dice, la aletheia es nombrada con frecuencia pero nunca es pensada. La locución “historia secreta”, verborgene Geschichte, que Heidegger emplea tan a menudo, no es suya, es de Nietzsche. Nietzsche escribe hacia 1885: “Nosotros, filósofos del más allá, de más allá del bien y del mal, por favor, que somos en realidad intérpretes y augures muy astutos, a quienes nos ha tocado el lugar privilegiado de espectadores de las cosas europeas, ante un texto misterioso y aún no descifrado, cuyo sentido se nos revela cada vez más...”. En cierto sentido, ése es el retrato de Heidegger. Heidegger se sintió colocado por primera vez ante “un texto misterioso y aún no descifrado” que es la filosofía misma en su historia.

p. 120-126.Trad. Juan Luis Delmont.

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