CONVERSACIÓN 
                CON HEIDEGGER
                Frederic de Towarnicki / Jean-Michel Palnier
               
              L’Express, 
                nº 954, 20-26 octubre de 1969
                Traducido 
                por Julio Díaz Báez. 
                Revista Palos de la Crítica, nº 4 ½; abril 
                septiembre de 1981 (México).
              
                P. Se lo considera a usted como el último filósofo 
                de la tradición occidental, aquel con quien termina esta 
                tradición, y también como el que ha pretendido abrir 
                una nueva manera de preguntar.
              Hoy 
                día la crisis de la universidad está acompañada 
                de una gran desconfianza en cuanto al sentido mismo de la filosofía. 
                Para muchos ésta ya no tiene más razón de 
                ser, ha llegado a ser inútil...
              H. 
                Pero éste ha sido siempre mi pensamiento. En mi curso “Introducción 
                a la Metafísica” de 1935, ya lo había sostenido: 
                la filosofía es siempre intempestiva. Es una locura.
              P. 
                ¿Una locura? 
              H. 
                La filosofía es esencialmente intempestiva puesto que le 
                corresponden aquellas cosas originales cuyo destino es no poder 
                encontrar resonancias inmediatas. 
              P. 
                ¿Qué representa, pues, la filosofía?
              H. 
                Es una de las raras posibilidades de existencia autónoma 
                y creadora. Su tarea original es la de hacer las cosas más 
                pesadas y difíciles.
              P. 
                ¿Puede entonces, según usted, jugar un papel en 
                la transformación del mundo, como lo pretendía Karl 
                Marx?
              H. 
                La filosofía no puede jamás de una manera inmediata 
                aportar las fuerzas o crear las formas de acción y las 
                condiciones que susciten una acción histórica.
              P. 
                Pero, entonces, cuál es su sentido?
              H. 
                No es un “saber” que se pueda adquirir y utilizar 
                directamente. No concierne jamás sino a un reducido número 
                de personas. No puede ser apreciada por criterios comunes. No 
                se puede hacer nada con ella: por el contrario, es ella la que 
                puede hacer algo de nosotros si nos comprometemos con ella. 
              P. 
                Puede precisar mejor lo que quiere decir?
              H. 
                En el curso de su desarrollo histórico, los pueblos se 
                hacen siempre muchas preguntas. Pero es solamente la pregunta 
                “¿por qué es el ser y no más bien la 
                nada?” la que ha decido todo el destino del mundo occidental: 
                a través de las respuestas que le fueron dadas por los 
                presocráticos hace más de dos mil quinientos años. 
                Y sin embargo, el sentido de esta pregunta no inquieta más 
                a nadie. 
              P. 
                Usted afirma que estar preocupado por la esencia del mundo presente, 
                es meditar la sentencia de los pensadores presocráticos: 
                Parménides, Heráclito...
              H. 
                Si, pero hoy en día, en Alemania o en otros lugares, se 
                les lee poco.
              P. 
                ¿Qué lazo nos une, según usted, a estos pensadores 
                tan lejanos?
              H. 
                En mi curso “Introducción a la Metafísica” 
                he mostrado por qué todas las preguntas de la filosofía 
                comenzaron con ellos. Es en sus sentencias poéticas en 
                donde ha nacido el mundo occidental.
              P. 
                ¿Y la técnica moderna?
              H. 
                Yo he escrito que la técnica moderna no ha sido completamente 
                extraña a la Antigüedad, en donde encuentra su origen 
                esencial.
              P. 
                ¿Es verdad que después de 1907, sin ninguna excepción, 
                dedica una hora al menos a los pensadores y poetas griegos: Homero, 
                Píndaro, Empédocles, Sófocles, Tucídides?
              H. 
                Todos los días, salvo durante los años de guerra.
              P. 
                Piensa que es necesario retornar a las fuentes del pensamiento 
                griego?
              H. 
                ¿Retornar? ¿Un renacimiento moderno de la Antigüedad? 
                Sería absurdo y, de otra parte, imposible. El pensamiento 
                griego no puede ser más que un punto de partida. La relación 
                del pensamiento griego con nuestro mundo moderno no ha sido jamás 
                tan presente.
              P. 
                ¿Esta reticencia en interrogar la tradición, no 
                tiene que ver con las necesidades del mundo moderno?
              H. 
                ¿Cuáles necesidades?
              P. 
                En particular, esa oposición radical que, después 
                de Marx, separa una visión teorética del mundo de 
                una visión práctica que quiere transformarlo.
              H. 
                ¿La onceava tesis sobre Feuerbach? Hoy en día, la 
                acción sola no cambiará el estado del mundo sin 
                primero interpretarlo.
              P. 
                Pero, en este momento, se interroga con mayor gusto a Marx, Freud 
                o aún a Marcuse, que a Parménides y Heráclito.
              H. 
                Es lo que yo digo.
              P. 
                ¿Es ese lazo entre la metafísica de los griegos 
                y la técnica moderna lo que usted quiere señalar 
                cuando dice que de alguna manera la bomba atómica había 
                comenzado a explotar en el poema de Parménides hace más 
                de dos mil quinientos años?
              H. 
                Sí, pero es necesario desconfiar de las fórmulas 
                sacadas de su contexto. Pienso, en efecto, que es en el poema 
                de Parménides, en la pregunta que él instaura, que 
                se pone en marcha la posibilidad de la ciencia futura. Pero lo 
                peligroso de la fórmula seria el de hacer creer que se 
                trata aquí de un proceso ineluctible, de una necesidad 
                fatal de tipo hegeliano. 
              P. 
                ¿La historia habría podido tomar otro curso?
              H. 
                ¿Cómo saberlo? Para mí, nada es fatal. La 
                historia no obedece a un determinismo de tipo marxista. Al igual 
                que la filosofía o la política. Los físicos 
                que han buscado las leyes de la fusión nuclear no han pretendido 
                por eso fabricar la bomba atómica. Y, sin embargo, es lo 
                que se ha hecho.
              P. 
                ¿Es verdad que ha dicho hablando de su obra “Ser 
                y Tiempo”: “Es un libro en el cual habría querido 
                ir más lejos”? 
              H. 
                Lo dije. Pero no quiero decir que haya avanzado más hoy 
                día. Sino que lo que planteo hoy, no podía hacerlo 
                en aquella época, es decir, abordar la pregunta por la 
                esencia de la técnica, su sentido en el mundo moderno. 
                En suma, he necesitado para ello treinta años más.
              P. 
                ¿Se considera a veces como un desdeñador de la técnica 
                y del mundo moderno?
              H. 
                Esto es absurdo. Lo que importa es el futuro.
              P. 
                Usted ha sido el primero en hablar de la “era de la técnica 
                planetaria” ¿Qué entiende por esto?
              H. 
                La era planetaria, la era atómica, son expresiones que 
                designan el alba de los tiempos que han de venir. Nadie puede 
                prever lo que serán. Nadie puede saber lo que será 
                entonces el pensamiento. 
              P. 
                ¿La época de la técnica planetaria marca 
                el fin de la metafísica?
              H. 
                No. No es sino su realización. Sin Descartes el mundo moderno 
                habría sido imposible.
              
                P. ¿Cómo entiende el problema de la técnica?
              H. 
                Sea que se la maldiga o que se la glorifique, de esta manera no 
                podrá jamás concebirse como realmente es. Es necesario 
                cuestionarla.
              P. 
                ¿Qué quiere decir con “cuestionar la técnica”?
              H. 
                Cuestionar, como le he dicho, es trabajar en un camino, construirlo. 
                Cuestionar la esencia de la técnica es construir una libre 
                relación con ella. La técnica no es la misma cosa 
                que la “esencia” de la técnica.
              P. 
                ¿Qué entiende por “esencia”?
              H. 
                La esencia de un árbol no es un árbol que pueda 
                encontrarse entre los otros árboles.
              P. 
                ¿Y si no pensamos esta esencia de la técnica?
              H. 
                Entonces seremos encadenados y privados de la libertad, ya sea 
                que la afirmemos con pasión o que la neguemos. Puesto que 
                la técnica no es algo neutral. Es justamente cuando creemos 
                que es algo neutral cuando quedamos atrapados en lo peor de ella.
              P. 
                Según usted, ¿el mundo moderno aún no ha 
                “pensado” la técnica?
              H. 
                He escrito en una conferencia: “A fuerza de técnica 
                aún no percibimos el ser esencial de la técnica, 
                como a fuerza de estética, no preservamos más el 
                ser esencial del arte”.
              P. 
                ¿La técnica es para el hombre el supremo peligro?
              H. 
                Usted conoce las palabras de Hölderlin: “Pero allí 
                donde crece el peligro, crece también lo que salva”.
              P. 
                Usted habla de Hölderlin como del “poeta de los tiempos 
                de angustia”, sin embargo, Nietzsche, según usted, 
                ¿no pertenecería a este tiempo?
              H. 
                Nietzsche es sin duda el último gran pensador de la metafísica 
                occidental.
              P. 
                ¿Por qué el último?
              H. 
                Nietzsche ha puesto la pregunta fundamental de los tiempos modernos 
                al preguntarse por el Superhombre. Ha reconocido la llegada de 
                tiempos donde el hombre se apresta a extender su dominio sobre 
                toda la tierra, y se pregunta si es digno de una tal misión, 
                o si su esencia no debe ser igualmente transformada. A esta pregunta, 
                Nietzsche ha respondido: “El hombre es una cosa que debe 
                ser sobrepasada, convertirse en el Superhombre”.
              P. 
                ¿Este pensamiento de Nietzsche no ha sido el más 
                desfigurado de toda la filosofía?
              H. 
                En un curso sobre Nietzsche he escrito que todo pensamiento esencial 
                atraviesa intacto la muchedumbre de sus detractores
              P. 
                ¿Nuestra época le parece particularmente importante?
              H. 
                Nietzsche escribía en 1886: “Jugamos la carta de 
                la verdad... La humanidad es posible que se encuentre en ella 
                la muerte. Y bien ¡que sea!”. 
              P. 
                ¿Cómo concibe la relación de la ciencia con 
                la filosofía?
              H. 
                Es una pregunta muy difícil. La ciencia está en 
                vías de extender su poder a toda la tierra. Pero la ciencia 
                no piensa. Pues su marcha y sus medios son tales que no puede 
                pensar.
              P. 
                ¿Es un defecto?
              H. 
                No, una ventaja. En tanto que no piensa es como la ciencia puede 
                establecerse y progresar en sus dominios de investigación. 
                
              P. 
                Sin embargo, hoy día, se tiende a identificar el pensamiento 
                mismo con la ciencia.
              H. 
                No es sino hasta cuando el abismo que separa la ciencia del pensamiento 
                logre al fin ser reconocido, que la relación entre la ciencia 
                y el pensamiento será auténtica. 
              P. 
                Usted dice: “La ciencia no piensa”. ¿No es 
                una afirmación ofensiva?
              H. 
                Ciertamente, pero la ciencia no logra nada sin el pensamiento. 
                Y como lo he repetido en mi enseñanza: la cosa más 
                importante de nuestra época es que no pensamos aún 
                verdaderamente?.
              P. 
                ¿Qué quiere decir?
              H. 
                Es posible que después de siglos el hombre haya actuado 
                demasiado y pensado muy poco. En un mundo que da cada vez más 
                que pensar, el pensamiento no siempre existe.
              P. 
                La oposición que existe actualmente entre “teoría” 
                y “práctica”, o mejor “praxis”, 
                ¿le parece definitiva?
              H. 
                ¿Quién sabe realmente qué es la “praxis”, 
                la práctica? Hoy día se la confunde frecuentemente 
                con las recetas. Para los griegos la teoría misma era la 
                más alta práctica.
              P. 
                ¿Dónde se sitúa en el tiempo? ¿Muy 
                adelante?
              H. 
                O puede ser que muy atrás en el pasado... “Lo más 
                antiguo del pensamiento está detrás de nosotros 
                y sin embargo permanece vivo”. Nosotros llegamos demasiado 
                tarde para los dioses y muy tempranamente para el Ser.
              P. 
                Un cuarto de siglo nos separa de la aparición de su obra 
                principal “Ser y tiempo”. ¿Piensa que se le 
                comprende mejor ahora?
              H. 
                No lo sé. No he seguido todos los trabajos que se me han 
                dedicado. En los Estados Unidos se prepara una edición 
                completa de mis obras. Pero a veces no me reconozco en ciertas 
                interpretaciones americanas.
              P. 
                Se habla poco de usted en Alemania, sin embargo se puede comprobar 
                que conserva una influencia considerable. Se le encuentra en muchas 
                investigaciones pero sin que se lo cite.
              H. 
                Tanto mejor, no tiene importancia. Mi hermano me hace reír; 
                él llama a eso la cleptomanía.
              P. 
                En una bibliografía aparecida en 1945 y en donde se citan 
                más de 820 trabajos consagrados a su obra, el editor cree 
                poder predecir que el interés que su obra suscita decaerá 
                netamente en el mundo.
              H. 
                Sí, y lo divertido es que los textos consagrados a mis 
                trabajos se han triplicado desde entonces. Se me ha dicho que 
                sobrepasan, creo, los 3.000. 
              P. 
                ¿Ha seguido las investigaciones de su antiguo alumno Herbert 
                Marcuse? 
              H. 
                Herbert Marcuse preparó en Freiburg, bajo mi dirección, 
                su tesis sobre Hegel en 1932. Es un buen trabajo. Después, 
                no he seguido todas sus investigaciones. Leí “El 
                hombre unidimensional”. 
              P. 
                Algunos han creído encontrar relaciones entre las preguntas 
                de Marcuse y su problemática.
              H. 
                No es imposible.
              P. 
                Marcuse reconoce, por ejemplo, que la técnica moderna no 
                es una simple acumulación de máquinas sino un orden 
                planetario. Que el hombre está actualmente más entregado 
                a él de lo que en realidad lo domina. 
              H. 
                Yo lo he escrito frecuentemente.
              P. 
                Y la pregunta que Marcuse hace es la del destino en el seno de 
                esta dominación. La técnica es para él una 
                forma de existencia mundial que hace de toda la vida una esclavitud 
                al trabajo.
              H. 
                Sí, esto es Heidegger. He escrito en el mismo sentido, 
                que el totalitarismo no es una simple forma de gobierno, sino 
                más bien la consecuencia de esa dominación desenfrenada 
                de la técnica. El hombre está hoy día abandonado 
                al vértigo de sus fabricaciones. 
              P. 
                ¿Piensa que Marcuse ha desarrollado, en definitiva, en 
                una perspectiva revolucionaria, lo que usted piensa de la dominación 
                de la técnica planetaria?
              H. 
                Sin duda. ¿Pero no es necesaria también la pregunta 
                por la esencia de la técnica?
              P. 
                ¿Un encuentro de Marx y Heidegger es posible?
              H. 
                Sobre el terreno mismo de mi problemática no lo creo. La 
                pregunta del Ser no es la pregunta de Marx. Esto no quiere decir 
                que la obra de Marx sea menos importante que la de Hegel, o extraña 
                a la metafísica. El ser está pensado por Marx como 
                Naturaleza a la que es necesario doblegar, dominar. Marx sigue 
                siendo el más grande de los hegelianos.
              P. 
                ¿Lee continuamente a Marx?
              H. 
                Releí recientemente sus escritos de juventud. Por otra 
                parte he seguido los trabajos de mi discípulo Landshut 
                que los publicó en 1931. Tenía la intención 
                de hacer sobre estos textos, el pasado verano, un seminario privado, 
                con algunos profesores de las democracias populares que me lo 
                pidieron.
              P. 
                ¿Y Freud?
              H. 
                El psicoanálisis es una disciplina muy importante. Lo veo 
                sobre todo como terapia. Pero sus posiciones filosóficas 
                son insostenibles.
              P. 
                ¿Porqué?
              H. 
                Porque ellas biologizan la esencia del hombre. Relea “Más 
                allá del principio del placer” de Freud.
              P. 
                Hoy en día es la práctica la que parece interesar 
                mucho más a los hombres que una meditación sobre 
                la esencia del hombre.
              H. 
                Lo sé bien.
              P. 
                Una vez más, ¿piensa que entre el Marxismo y su 
                filosofía pueden darse puntos de encuentro en el futuro?
              H. 
                Puede ser, ¿por qué no? Pero no sabría decir 
                cómo. He recibido cartas, lo mismo que visitas, de intelectuales 
                de países socialistas: checos, polacos, yugoslavos, rusos...
              P. 
                Usted dijo alguna vez: “En lo referente al futuro, tengo 
                más esperanzas en el socialismo que en el americanismo”. 
                ¿Lo piensa aún?
              H. 
                Ciertamente.
              P. 
                ¿Se le ha preguntado alguna vez si escribiría una 
                “Ética”, una doctrina de la acción?
              H. 
                ¿Una “Ética”? ¿Quién se 
                puede permitir hoy día, y a nombre de qué autoridad, 
                proponer una al mundo?
              P. 
                Usted ha escrito: “El ser humano es su propia posibilidad”. 
                Tema desarrollado por Jean-Paul Sartre en “El Ser y la Nada”.
              H. 
                Frecuentemente Sartre ha interpretado mi pensamiento en un sentido 
                marxista. El hombre es su propia posibilidad, pero no puede “producirse” 
                él mismo,
              P. 
                Se le ha reprochado algunas veces la distancia que parece tomar 
                con relación a los sucesos de la historia mundial.
              H. 
                El pensamiento está siempre un poco solitario. Cuando se 
                lo compromete se lo puede desviar. Le diré una cosa. Lo 
                aprendí en 1933 durante mi rectorado, en un momento trágico 
                de la historia alemana. Me sentí engañado ¿Un 
                filósofo comprometido es aún filósofo? La 
                manera como realmente la filosofía actúa sobre los 
                hombres y la historia, el filósofo mismo ¿qué 
                sabe de ello? La filosofía no se deja organizar. 
               
                P. Se habla frecuentemente de una influencia que habría 
                ejercido sobre usted –y en particular sobre la génesis 
                de “Ser y Tiempo”– la obra del marxista húngaro 
                György Lukács.
              H. 
                Creo que no soy muy estimado por Lukács.
              P. 
                No obstante se han hecho cursos en París sobre el tema 
                “Heidegger y Lukács, puntos de convergencia y divergencia”.
              H. 
                Me siento sorprendido. Me dan deseos de reír. En el número 
                de Der Spiegel de marzo de 1966, Lukács me trata de filósofo 
                fascista. De otra parte no me acuerdo de haber leído a 
                Lukács antes de escribir “Ser y Tiempo”. No, 
                no lo leí.
              P. 
                ¿Y él lo leyó a usted en esa época?
              H. 
                Pues no lo sé.
              P. 
                ¿Ha sido frecuentemente atacado?
              H. 
                Muy poco de una manera filosófica. De todos estos ataques 
                me pregunto, por otra parte, si permanece algún trabajo 
                que cuente. Y usted conoce las palabras de Valéry: “Cuando 
                no se puede atacar un pensamiento, se ataca al pensador”. 
                
              P. 
                ¿Estas controversias continúan aún?
              H. 
                No se extinguirán sino hasta mi muerte. Después 
                de todo Heidegger no tiene ninguna importancia. El futuro pertenece 
                al conjunto de investigaciones. ¿Se sabe, por ejemplo, 
                el nombre de los artistas de las catedrales? Pero ninguna persona 
                leería hoy uno de mis libros si no estuviera firmado por 
                Heidegger. La mayor parte de la gente cree, por otra parte, que 
                estoy muerto. Malentendidos hay muchos. Se ha llegado a escribir 
                que redacté “¿Qué es la metafísica?”, 
                practicando sky en la Selva Negra. 
              P. 
                ¿Estos malentendidos le molestan?
              R. 
                Tengo la impresión que es Heidegger el que molesta.
              P. 
                ¿Qué quiere decir?
              R. 
                Lo esencial es que mi trabajo si tiene alguna importancia continúe 
                su camino. No será lo mismo con mi nombre. Es lo que vale 
                de mi pensamiento lo que permanecerá o no en el futuro.
              P. 
                A través de toda su vida no ha hecho sino una sola pregunta: 
                la del Ser. ¿Una tal pregunta le parece hoy día 
                tan primordial?
              H. 
                Sí, guarda todo su sentido.
              P. 
                Esta pregunta del Ser ha decidido todo su camino como pensador. 
                ¿Cómo un tal camino se ha delineado?
              H. 
                Yo mismo no sabría decirlo. Otros lo hacen. No sé 
                si tengan razón en lo que dicen de mí.
              P. 
                ¿Es posible repetir a Heidegger?
              H. 
                En ningún caso. Lo que es necesario, no es imitarme, sino 
                que cada uno haga sus propias preguntas. No existe ningún 
                interés de seguir a Heidegger. Es necesario, o bien prolongar 
                mi problemática en otras direcciones o bien contradecirme.
              P. 
                “Es necesario pensar a Heidegger contra Heidegger”... 
                decía usted en su curso.
              H. 
                Y es lo que siempre he tratado de hacer yo mismo. Durante 30 años 
                no he hecho un solo curso sobre Heidegger. 
              P. 
                ¿Aunque se hable de “filosofía heideggeriana”?
              H. 
                He dicho: la filosofía heideggeriana no existe. Desde hace 
                60 años he tratado de comprender lo que es la filosofía 
                y no de proponer una. 
              P. 
                Se ha tratado a veces de acercarse al desarrollo de su pensamiento 
                a partir de las influencias que ha sufrido, ¿qué 
                piensa al respecto?
              H. 
                He sido influenciado sobre todo por la tradición. Pero 
                este modo de elucidación es típicamente universitario. 
                “Heidegger y Hegel”, “Heidegger y Scheling”... 
                Si se creyera a ciertos comentadores al tomar a Aristóteles, 
                Husserl, Brentano y combinarlos, se obtendría “Ser 
                y Tiempo”. Es cómico.
              P: 
                ¿Cómo concibe la tarea que le corresponde hoy al 
                pensamiento?
              H. 
                Me es difícil desarrollar este punto, pues lo que he escrito 
                sobre esto no lo he publicado. Reencontrar la pregunta inicial 
                del Ser. Tal ha sido la marcha que ha suscitado “Ser y Tiempo”. 
                La segunda parte se debía titular “Tiempo y Ser”. 
                
              P. 
                Ha sorprendido frecuentemente una ruptura similar presente en 
                su obra. Se habla de un Heidegger I y de un Heidegger II. Bruscamente 
                sobreviene un cambio de estilo. Parece abandonar el camino árido 
                de la interrogación metafísica para interrogar a 
                los poetas, Hölderlin, Morike, Hebbel, Rilke y especialmente 
                Trakl.
              H. 
                Ya lo he escrito: la filosofía y la poesía se encuentran 
                sobre montes opuestos, pero sin embargo dicen la misma cosa.
              P. 
                ¿Piensa que sea posible distinguir un Heidegger I de un 
                Heidegger II como lo hacen los comentaristas americanos?
              H. 
                De ningún modo. El Heidegger II no es posible sino por 
                el Heidegger I, y el Heidegger I implica ya el Heidegger II
              P. 
                ¿Y su nuevo estilo, llamado poético, que sigue a 
                “Ser y Tiempo”?
              H. 
                No es sino un recodo. Mi conferencia sobre “La esencia de 
                la verdad” es de alguna manera la unión. Al plantear 
                en mi obra la primera pregunta ignoraba cómo se plantearía 
                más tarde la segunda.
              P. 
                ¿Es verdad que usted dijo un día: “Antes de 
                300 años no me leerán con gusto”?
              H. 
                Es posible. ¿Pero qué interés puede tener 
                esta pregunta?
              P. 
                Digamos las cosas francamente. Muchos estudiantes abren sus libros 
                con la impresión de encontrarse frente a un pensamiento 
                tan difícil y tan inhabitual que les parece a veces que 
                allí se examinan ciertos problemas en el sentido inverso 
                de la enseñanza tradicional. Usted guarda silencio desde 
                hace tiempo. Solo ante sus libros, ¿no cree que el estudiante 
                puede encontrarse desamparado?
              H. 
                Desgraciadamente, sí. ¿Pero, qué hacer? Existe 
                también el problema de las traducciones. ¿Cómo 
                controlarlas? Las traducciones japonesas he acabado por renunciar 
                a seguirlas. En cuanto a los estudiantes, muy frecuentemente, 
                no hacen sino tomar los conocimientos de allí y de acá. 
                ¿Pero, pueden hacer algo muy diferente en la universidad 
                de hoy?
              P. 
                No dicta más cursos. No dirige más seminarios. Sólo 
                quedan sus libros.
              H. 
                Lo que más falta me hace es el diálogo con una docena 
                de estudiantes en los seminarios. Solamente entonces se puede 
                “hacer ver”, mostrar lo que es importante en la filosofía.
              P. 
                ¿Esto le parece esencial?
              H. 
                Creo que no se practica mucho en Francia esta manera de trabajar: 
                un diálogo seguido para inducir, mediante el intercambio, 
                a todos los participantes a hacer frente a la cuestión 
                filosófica. Observe que en estos seminarios había 
                los ciegos, los que no lo lograban. Eran quienes más hablaban. 
                Yo les decía: “¿Pero qué es lo que 
                nos quieren decir?”. Entonces se iban a otra parte y no 
                volvían más. Hoy se habla demasiado. Se habla tanto 
                que cuando alguien trata de pensar, se lo señala con el 
                dedo y se dice de él: “Está sumido en la abstracción”. 
                
              P. 
                ¿Ha seguido el movimiento mundial de los estudiantes y 
                la puesta en cuestión de la universidad?
              H. 
                Estos problemas de la Universidad, en 1929 ya los había 
                enfrentado en “¿Qué es la metafísica?”. 
                Los estudiantes hoy en día se rebelan. Eso está 
                bien. ¿Pero, saben realmente lo que quieren? Lo que he 
                aprendido, después de largo tiempo, es que la Universidad 
                se ha convertido en un simple liceo, en una escuela. No permite 
                ningún aprendizaje, no permite sino una acumulación 
                de conocimientos. La vieja universidad está muerta, ha 
                sido sin duda una muerte necesaria. 
              P. 
                ¿Qué piensa de las nuevas doctrinas que parecen 
                haber ganado las Universidades del mundo entero?
              H. 
                Creo que la crisis que conoce hoy la universidad es capital. Pero, 
                repito, no es tan nueva. Muchos de los problemas que se debaten 
                actualmente, en Alemania y en otras partes, ya los había 
                conocido en mi juventud, al comienzo de la Segunda Guerra Mundial. 
                Pero el tiempo para hacer estas preguntas no había llegado 
                aún. 
              P. 
                Usted ha dicho: “Quien piensa en grande necesita equivocarse 
                en grande”. ¿En qué sentido hay que comprender 
                esta frase? ¿En el plan filosófico, político?
              H. 
                En todo.
              P. 
                En Francia ha habido importantes tentativas para disipar ciertos 
                malentendidos y restablecer la verdad a propósito de su 
                actitud en 1933, durante diez meses, frente al nuevo régimen.
              H. 
                No lo había pedido. Pero son, paradójicamente, de 
                Francia los que han venido en mi ayuda en este terreno. En Alemania 
                es otra cosa y los ataques no cesarán. Pude ser, aquí 
                y allá, que sea necesario contar también con la 
                mala fe. Sartre ha escrito todo un capítulo sobre esto. 
                Se olvida la confusión trágica que existía 
                en 1933, la miseria, la desesperanza, las ilusiones... Me retiré 
                de todo esto al cabo de diez meses.
              P. 
                Muchos de sus antiguos alumnos se acuerdan de los ataques que 
                usted lanzaba contra las teorías del nacional-socialismo, 
                de las condenas contra el racismo.
              H. 
                Todo esto, para mí, está acabado. Lo que importa 
                es esta juventud de hoy, que se apasiona por los problemas nuevos, 
                que comienza un mundo nuevo. La estimo mucho y es lo realmente 
                interesante.
              P. 
                Su única manifestación política oficial, 
                después de largos años, ha sido una firma protestando 
                contra el armamento atómico de la Bundeswehr en 1957. ¿Por 
                qué?
              H. 
                He firmado, sí, un texto; pero no ha sido éste. 
                La protesta de que usted habla estaba limitada a los hombres de 
                ciencia, ocho profesores de Bonn. No fui, pues, invitado a hacerlo 
                por físicos como Heisenberg o von Weizzäcker. 
              P. 
                ¿Von Weizzäcker no fue uno de aquellos que frenaron 
                la fabricación de la bomba atómica alemana deshaciendo 
                lo que hacía a medida que lo hacía?
              H. 
                Sí. Y lo hacía en un valle del Danubio muy cercano 
                a mi pueblo natal: Messkirch.
              P. 
                Su obra se cuenta sin duda entre las más difíciles 
                de este tiempo. Sin embargo ha encontrado en el mundo entero, 
                más allá de las fronteras ideológicas, sus 
                intérpretes y sus defensores. ¿Cómo entiende 
                que haya encontrado una tal audiencia?
              H. 
                Las preguntas que he hecho son difíciles de evitar.
              P. 
                Los pensadores japoneses dicen haber descubierto después 
                de largos años, profundas analogías entre su filosofia 
                del Ser y el pensamiento oriental.
              H. 
                En efecto, algunos han venido hasta aquí. Su trabajo me 
                ha interesado mucho. Muchos me han escrito también que 
                mi obra representa para ellos una especie de ensayo de unión 
                entre el Este y el Oeste, Asia y Occidente.
              P. 
                ¿Está al corriente de las investigaciones filosóficas 
                que se efectúan hoy en Francia?
              H. 
                No tengo, desgraciadamente, suficiente tiempo de leer todos los 
                libros que recibo. Además está el inconveniente 
                del lenguaje. Sartre me visitó en otro tiempo. 
              P. 
                Es a través de su libro “El Ser y la Nada” 
                como muchos lo descubrieron a usted en Francia después 
                de la liberación. Y también el existencialismo le 
                ha hecho su “padre”.  
              H. 
                El existencialismo es de alguna manera un contrasentido. Pero 
                Sartre no ha sido responsable. Lo estimo mucho. Para un filósofo 
                alemán es asombroso un hombre que sabe expresarse, a la 
                vez, filosóficamente y por medio de la novela, el teatro 
                y el ensayo. He sido muy sensible a esta facultad de los franceses. 
                Fue un príncipe japonés que trabajó en mi 
                casa hacia 1929 quien llevó mi obra a Sartre en París. 
                Por el contrario, no pude leer “El Ser y la Nada” 
                sino hasta 1945.
              P. 
                ¿Se ha interesado recientemente en otros trabajos filosóficos?
              H. 
                Hoy día lo que se llama filosofía no es raramente 
                otra cosa que una calcomanía de ideologías técnicas, 
                que toman en préstamo los métodos propios de la 
                física y la biología. Eso no es ya una interrogación 
                filosófica auténtica.
              P. 
                Los que siguen su marcha dicen de usted: “Lo que Heidegger 
                ha buscado ante todo, es aprender a pensar. A pensar con más 
                rigor, un poco como Sócrates. Y por esto su papel es importante”.
              H. 
                Es posible. 
              P. 
                Entre los poetas ¿por qué ha interrogado especialmente 
                a Hölderlin?
              H. 
                Porque Hölderlin no es solamente un gran poeta. Es de alguna 
                manera el poeta de la esencia misma de la poesía.
              P. 
                ¿Qué poeta francés prefiere leer?
              H. 
                René Char. Me ha enviado recientemente sus poesías 
                ilustradas por Giacometti.
              P. 
                ¿El arte le parece importante?
              
                H. Recuerde las palabras de Nietzsche que he citado: “Nos 
                queda el arte para no perecer ante la verdad”.
              P. 
                Entre los artistas modernos, ¿cuál es para usted 
                aquel que parece haber aportado algo esencial?
              H. 
                Con Cézanne, creo, alguna cosa comenzó. Admiro mucho 
                a Van Gogh, Braque... Un día me ofreció un cuadro.
              P. 
                Los artistas hablan gustosos, hoy, de una nueva unión entre 
                el arte y la técnica. 
              H. 
                Arte y técnica, es un problema grande. En el arte de Grecia 
                el pensamiento está ya de alguna manera implicado.
              P. 
                Se comienza a utilizar la cibernética en el arte moderno.
              H. 
                Atención con la cibernética. Se verá que 
                no es tan simple. 
              P. 
                Se dice que hay dos cosas sobre las que usted rechaza responder 
                cualquier pregunta: aquello en lo que trabaja y el problema de 
                Dios.
              H. 
                Prefiero que se lean mis escritos.
              P. 
                ¿Por qué vive tan retirado?
              H. 
                Porque trabajo.
              P. 
                ¿No le gusta que se hable de usted?
              H. 
                ¿Para entrar en el gran circo, el teatro, el carnaval de 
                habladurías inútiles? Esto no es lo esencial. 
              P. 
                ¿Ha renunciado definitivamente a toda vida pública?
              H. 
                Se me invita frecuentemente a congresos, coloquios, al igual que 
                a ciertas ceremonias oficiales. He tenido que decir que no a todo. 
                Mi última conferencia sobre arte la hice en Atenas, seis 
                días antes del golpe de estado militar. La mayor parte 
                de mi audiencia debe estar en prisión. Aquí los 
                visitantes frecuentemente vienen a tocar a mi puerta. Vivo retirado, 
                pero el solitario no está forzosamente amargado. 
              P. 
                Usted dice que hoy día las verdaderas preguntas permanecen 
                desapercibidas, que los verdaderos problemas no son formulados. 
                ¿Cree que en el futuro se los formulará?
              H. 
                ¿Quién Sabe? Es posible que en dos o tres siglos...