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HANS J. EYSENCK:  CONTRA FREUD


 

FRAGMENTOS DE “DECADENCIA Y CAIDA DEL IMPERIO FREUDIANO”, Cap. 7º - BCN: EDICIONES DE ARTE NUEVO THOR,  1988.

(...) En primer lugar no es Freud, sino Pávlov, quien debe ser considerado, junto a Copérnico y Darwin, como el gran destronador de la Humanidad, haciéndola bajar de su pedestal; fue él quien mostró que muchos de nuestros actos no son del Homo sapiens, sino que son resultados de condicionamientos primitivos mediados por el sistema límbico y otras partes subcorticales del cerebro. Así halló la hostilidad que erróneamente asumió Freud, como ya hemos visto, que era obra suya. Explicar condiciones neuróticas en términos de condicionamiento pavloviano les parece a muchas personas degradante, mecánico y deshumanizado; prefieren, con mucho, las interpretaciones, aparentemente más humanas, de significados sutiles, que sazonan toda la obra de Freud.

En segundo lugar, cualquiera puede comprender (o creer que comprende, ¡ algo muy diferente !), los escritos y las teorías de Freud. Después de leer algunos de sus libros, muchas personas se creen completamente capaces de interpretar sueños, de juzgar actos de los demás, y de explicarlos en términos de conceptos psicoanalíticos. En cambio, para comprender a Pávlov, y mantenerse al día sobre el trabajo experimental en gran escala que se ha hecho sobre su teoría, se requieren varios años de estudio, la lectura de innumerables libros y artículos, y una constante puesta al día del conocimiento así adquirido, una serie de requisitos que, en la naturaleza de las cosas,  la mayoría de la gente es incapaz de llevar a cabo. (p.254-255)

(...)

Incluso desde un punto de vista hermenéutico, pues, Freud y el psicoanálisis deben ser considerados un fracaso. No nos queda más que una interpretación imaginaria de pseudo-acontecimientos, fracasos terapéuticos, teorías ilógicas e inconsistentes, plagios disimulados de los predecesores, ‘percepciones’ erróneas de valor no demostrado y un grupo dictatorial e intolerante de seguidores que no insisten en la verdad, sino en la propaganda. Este legado ha tenido consecuencias extremadamente malas para la psiquiatría y la psicología, entre las que podemos singularizar las siguientes:

La primera y probablemente la más lamentable consecuencia ha sido el efecto sobre los pacientes. Sus esperanzas de mejoría y curación han sido frustradas una y otra vez, y en algunos casos todavía han visto como su caso empeoraba gracias a los psicoanalístas. Su sacrificio en tiempo, dinero y mucha energía no ha servido para nada y la decepción que ha resultado de ello ha representado, frecuentemente, un golpe severo para su amor propio y felicidad. Cuando hablamos del psicoanálisis, debiéramos tener siempre presente el destino de los pacientes; las pretensiones científicas del psicoanálisis son una cosa, pero sus efectos terapéuticos son otra, mucho más importante desde el punto de vista humano. El psicoanálisis es una disciplina cuyo objetivo es curar a los pacientes; su imposibilidad de conseguirlo y su desgana en admitir su fracaso nunca debieran ser olvidadas.

La segunda consecuencia de las enseñanzas de Freud ha sido el fracaso de la psicología y la psiquiatría en desarrollarse hacia estudios adecuadamente científicos sobre la conducta normal y la anormal. Es probablemente cierto decir que Freud ha hecho retrasar el estudio de estas disciplinas en cincuenta años o más. Ha conseguido retardar la investigación científica de los primeros tiempos, conduciéndola a lo largo de unos esquemas que han demostrado ser ineficaces o incluso regresivos, Ha elevado la ausencia de pruebas, devaluando su necesidad, al nivel de una religión que han abrazado demasiados psiquiatras y psicólogos clínicos en deterimento de su disciplina. Hay grandes dificultades en el estudio científico de la conducta; Freud las ha multiplicado al actuar como un pionero de los que no desean seguir el riguroso entrenamiento necesario para convertirse en practicante de la moderna psicología, necesaria para cualquier investigador que quiera contribuir genuinamente al progreso de su ciencia. Esto, también, es difícil de perdonar, y las futuras generaciones tendrán que compensar el daño hecho por él y sus seguidores en este terreno.

La tercera consecuencia que debe ser cargada en la cuenta de Freud es el daño que sus teorías han causado a la sociedad. En su libro sobre ‘La Ética Freudiana’, Richard La Pierre ha mostrado cómo las enseñanzas de Freud han minado los valores sobre los que se basa la civilización Occidental, mientras que, aun admitiendo que una parte de ello se haya debido a una mala interpretación de las enseñanzas freudianas, no es menos cierto que su influencia, en conjunto, ha sido maligna. W.H. Auden, en su famoso poema ‘En memoria de Sigmund Freud’, escribió:

‘Si a veces se equivocaba y, a veces, era absurdo, para nosotros ya no es una persona, sino sólo un clima de opinión’.

Ésta es una observación muy fina, digna del poeta, pero debe suscitarse la cuestión de si ese clima de opinión, es decir, un clima de permisividad, de promiscuidad sexual, decadencia de valores pasados de moda, etc., es un clima en el que quisiéramos vivir. (p. 260-262)
    


 

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