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Entrevista a FRANCIS FUKUYAMA.

 

EL RADICALISMO ISLÁMICO ES EN REALIDAD UNA CONSECUENCIA DE LA MODERNIZACIÓN

EN LOS AÑOS 90 NOS EQUIVOCAMOS AL POSTULAR LA REDUCCIÓN DEL ESTADO

Marcelo CANTELMI – Claudio ALISCIONI, publicado en LA VANGUARDIA, Barcelona, 25 nov. 2005; © Clarín, B.A.

Francis FUKUYAMA, oriundo de Chicago y profesor de Economía Política y escritor, es el autor del controvertido libro EL FIN DE LA HISTORIA, publicado en 1989 con el telón de fondo de los procesos de desmoronamiento de los regímenes de Europa Oriental y la perestroika de Gorvachov. En su libro, FUKUYAMA preconizaba el triunfo de los valores occidentales como única opción viable para llevar a cabo la inevitable globalización.

.- Ve el mundo más peligroso hoy que a comienzos de los noventa, cuando escribió EL FIN DE LA HISTORIA, no sólo por el terrorismo o las guerras de Bush, sino también por el crecimiento de la masa de los pobres?

.- Bueno, sí, creo que la situación global es obviamente mucho más difícil. Se ha dado una mayor hegemonía de Estados Unidos a nivel militar y creo que gran parte del antinorteamericanismo que vemos venía de antes, pero la guerra en Iraq lo cristalizó de una manera mucho más intensa. Estados Unidos tiene un problema de credibilidad y ha generado tal oposición a sus propias posiciones y valores que le es difícil ejercer el liderazgo que quería. De modo que creo que es tiempo de nuevos enfoques hacia estas cuestiones.

.- No ha sumado en el análisis la cuestión de la pobreza: el caso francés [revuelta de jóvenes negros y árabes del extrarradio en octubre-noviembre de 2005], o la situación que se advirtió en Nueva Orleans. [tras el paso de un ciclón en 2005 y la destrucción de la ciudad]

.- Creo que reflejan problemas diferentes. Europa se enfrenta al problema de la inmigración musulmana porque no ha hecho las cosas bien para integrarlos. Nueva Orleans me parece que se malinterpreta un poco. Hay cuestiones separadas: la cuestión de la falta de preparación de la Administración Bush para enfrentarse al desastre. Es necesario que un desastre así suceda y entonces, en la siguiente oportunidad, probablemente pueda arreglarse.

.- La pregunta iba a la pobreza como elemento de inestabilidad, incluso como germen de terrorismo.

.- Sí. Creo que tendremos que ver hasta que punto se ahonda el problema con el radicalismo islámico. Esto queda de manifiesto con los disturbios actuales en Francia. Es un gran error ver estos desafíos como un choque de civilizaciones, como Samuel Huntington describió. Porque para mí en realidad es un producto de la modernización. Es decir, los que llegan a ser terroristas son musulmanes que han sido desplazados de una sociedad musulmana tradicional y por lo tanto tienen un sentimiento de alienación y falta de identidad. Y por eso Europa Occidental es un caldo de cultivo para mucho terrorismo. Porque se pierde la identidad musulmana, no se vive en un entorno musulmán, pero tampoco se es aceptado por la sociedad europea circundante. Y por eso Mohamed Atta, que lideró los ataques del 11-S, estaba radicado en Europa; los ataques del 7 de julio [2005] en Londres fueron cometidos por musulmanes británicos de segunda generación y el asesinato de [el director de cine] Theo van Gogh en Holanda. Mi sensación es que eso a la larga cederá, pero es algo que hay que seguir muy de cerca porque la victoria de una sociedad democrática liberal abierta es algo que no se puede dar por sentado.

.- ¿Ha cambiado su opinión sobre el papel que debe desempeñar el Estado, su tamaño y el modo en que debe intervenir después de que se postuló en los 90 su reducción?

.- Me parece que cometimos un error conceptual en los noventa. Había un mensaje muy fuerte referido a reducir la intervención de los gobiernos en la economía privada. Pero al mismo tiempo hay un núcleo de funciones estatales que son absolutamente necesarias. Uno de los grandes problemas en muchos países en desarrollo es que el gobierno y el Estado son demasiado débiles.

.- ¿Fue una cuestión de filosofía?

.- No. Al menos por parte de los responsables políticos de Washington, fue un énfasis erróneo, ya que retrospectivamente todos reconocen que el Estado era necesario. Pero tras la caída del muro de Berlín se quiso poner ese énfasis.

.- ¿Ha sido un efecto de ese error conceptual la inequidad en la distribución del ingreso?

.- Sí, pero la cuestión es cómo corregir esa distribución falseada. Porque hay formas de corregirlas que, en la práctica, a largo plazo, matan el crecimiento económico. Y, de hecho, ése fue parte del problema original de Argentina. Que era un país en desarrollo de ingresos medios cuando Perón implementó restricciones al estilo europeo en el mercado laboral. Es probable que Alemania pudiera hacer frente a eso después de la Segunda Guerra, pero para un país como Argentina era muy difícil. Y a largo plazo eso debilitó mucho su competitividad. La distribución del ingreso en toda Latinoamérica es un gran problema que debe ser abordado urgentemente, pero debe hacerse de maneras inteligentes que no debiliten la productividad económica.

.- ¿Por ejemplo?

.- La educación. Es algo fundamental. Si miramos el éxito de muchos países del Este asiático y su rápido crecimiento después de la Segunda Guerra Mundial, vemos que empezaron con la reforma agraria y cierto grado de redistribución del ingreso, pero también invirtiendo mucho en educación universal y superior. Eso es lo que genera aumentos de productividad a largo plazo. Y no simplemente transferir riqueza de los ricos a los pobres, porque a la larga se destruyen incentivos y se generan otros problemas.

.- ¿Qué efectos produce la ambigüedad entre un discurso de mercado libre y la instauración de subsidios o la ausencia de seguridad jurídica en el norte cuando suben los aranceles según conveniencias electorales?

.- No hay excusa para eso. Me refiero a los lobbies en agricultura que tienen Europa, Japón o Estados Unidos. Es cierto, Bush quería conseguir el voto de productores de algodón en Luisiana o de los de azúcar en Florida. Entonces sancionó un proyecto de ley agrícola. Creo que fue hace unos tres años. Fue una política terrible porque debilitó la posición competitiva de muchos países en desarrollo y significó un golpe mucho mayor para ellos que para Estados Unidos. Por supuesto, es hipocresía. Es algo que aplican la mayoría de los países desarrollados.

.- Es una violación de su discurso.

.- Bueno, cuando Robert Zoellick era representante comercial de EE.UU., su explicación era algo así como desarrollar armas nucleares para negociar su eliminación. El objetivo era la política agrícola europea. EE.UU. quería tener algo –sus propios subsidios– para entrar en esas negociaciones.

.- ¿Bush parece hoy debilitado? ¿Cree que tiene oportunidades?

.- Puede ciertamente recuperarse. Y creo que sería poco prudente para sus opositores considerarlo vencido. Todavía le quedan tres años de presidencia. Podría ser que la guerra de Iraq mejorara en uno o dos años. La economía podría seguir bien. hay muchos escenarios que podrían permitirle una recuperación. Hay un esquema de presidentes con dos mandatos que han tenido problemas tremendos en su segundo término...

.- Pero ahora está Iraq...

.- Yo estuve contra la guerra antes de que empezara porque consideraba que sería un gran desastre, y en realidad es mucho peor de lo que pensé. A la larga será como Vietnam, con EE.UU. retirándose y sin deseos de intervenir. Y es algo que ya pasa en la política exterior de Bush. No se habla de intervención militar contra Irán, ni Corea del Norte. Pasará mucho tiempo antes de que un presidente de EE.UU. use la fuerza militar de esta forma.

.- En su último libro, sin embargo, usted justifica la intervención de fuerzas externas para corregir una situación política. ¿No aludía a Iraq?

.- Lo que dije es que la comunidad internacional en los años noventa había ratificado el derecho de violar la soberanía de ciertos países que cometían graves violaciones de los derechos humanos: en Bosnia, en Kosovo, Timor Oriental, Somalia. Se estaban cometiendo tan obviamente genocidios que ese tipo de intervenciones podía justificarse. Y el error de EE.UU. fue creer que podía asumir ese deber solo y que el resto del mundo lo aprobaría.

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