JEAN- LUC  NANCY: LA ACTUALIDAD DE NIETZSCHE              
               
El suplemento de Libros del periódico LE MONDE realizó una entrevista sobre Nietzsche al filósofo Jean-Luc Nancy (7 de marzo de 2008). Recogemos aquí una de sus respuestas.  
- En su opinión: ¿dónde encuentra hoy la obra de Nietzsche su actualidad más intensa?  
- Jean-Luc NANCY: 
 Precisamente, en primer lugar, en el hecho de  que supo percibir los signos de un tiempo de ruptura. La historia se movía. La  afirmación de la razón moderna se hallaba ante dificultades cruciales. El famoso «Dios ha muerto» (que  Nietzsche está lejos de haber inventado), es decir, la anulación de las  garantías situadas en algún «cielo», sea el que sea (cristiano o demasiado  humano) resulta menos importante a ese respeto que la cuestión final del  Insensato que proclama: «¿Qué juegos sagrados inventaremos?». Esta pregunta es  más nuestra que nunca –incluso si debemos reformularla, desconfiando de tomarla  literalmente, como si fuese necesario fundar una nueva religión. Debemos  redescubrir lo que quiere decir «sagrado» para nosotros: lo que resulta  extranjero a lo humano-demasiado-humano, el sentido de lo inconmensurable, el  sentido en que nosotros mismos somos inconmensurables, irreductibles tanto a  los valores comerciales como a los derechos y a los saberes que poseemos. El  «orden moral universal» que Nietzsche consideraba «empíricamente refutado», ha  adquirido una consistencia nueva, humanista y progresista, que todavía lo  sustrae a su refutación, pero que desemboca en una nueva perdición. ¿Quién  somos?, ¿a dónde vamos? Todavía no hemos aprendido a no buscar «ir» y a  comprender el sentido del instante –que debiera ser la lección de eso que se  llama el «eterno retorno». Ya no tenemos «presente», demasiado pasado y ningún  porvenir: no dejamos venir los instantes –venir y pasar, saludados por nuestro  «sí !» 
Lo que  Nietzsche designó como «transvaloración de los valores», no significa  desvalorización o destrucción de los valores, sino reinvención de los actos de  evaluación, tensión en la invención de otro hombre o de un algo distinto del  hombre, demasiado humano. Los valores no son dones, como quisieran quienes los  reclaman. Lo que nos viene dado, en cambio, es eso que Marx –en el fondo, primo  de Nietzsche–, denominó «la equivalencia general», el dinero, el capital. Todo  se va, nada vale. Y los hombres, como las cosas, valen menos que nada, pero en  dinero. Debemos poder evaluar de nuevo, es decir, debemos marcar diferencias  que no sean de cantidad sino de valor intrínseco y, en tanto que tal, inconmensurable.  Un hombre no vale por otro. Son iguales en su equivalencia, pero no son  intercambiables ni como objetos ni como sujetos. Lo que tenemos en común es lo  incomparable. 
Nietzsche no  hizo una crítica de la economía política. Hizo una crítica de la economía moral  –pero ambos convergen en la crítica de la equivalencia y de la indiferencia  general. Lo que debe marcar la diferencia es la inconmensurabilidad y el  infinito.
 
