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UNA NOTA SOBRE LA CONCEPCIÓN NAZI DEL PROBLEMA JUDÍO

 

 

 

La obsesión por la cuestión judía define al nazismo de una manera trágica. Y obviamente la bibliografía que ha generado el tema resulta inagotable. El antisemitismo y la judeofobia se pueden valorar desde perspectivas muy diversas. Se ha descrito como el punto final de una tradición cultural profundamente arraigada en Alemania (pero también en todo el orbe católico), y como una obsesión personal de Hitler. También se ha observado la paradoja de que un Estado nacionalista alemán ejecutase brutalmente a quienes eran los únicos que hablaban alemán e toda la Europa oriental (es decir: se sabía que alguien era judío en Praga porque hablaba alemán), lo que permite argumentar que el antisemitismo tuvo más que ver con el odio al ‘banquero’ (propio de la ideología igualitarista y socialista) que con el nacionalismo.

Entre las diversas lecturas caben, sin embargo, gran cantidad de matices. En todo caso conviene retener, por lo menos, cinco características del antisemitismo nazi, sobre las que hay actualmente un amplio consenso:

1.- Para el pensamiento hitleriano, los judíos no forman una raza sino una «antiraza» [‘Gegenrasse’] de tipo parasitario: incluso en su testamento político recogido por Martin Bormann, Hitler explica que: «no hay propiamente hablando, desde el punto de vista genético, una raza judía (…) La raza judía es ante todo una raza mental». Pero conviene no olvidar que también el joven Karl Marx había dejado escrito que: «es judío quien lo es interiormente».    
    
2.- Para el pensamiento hitleriano, el judaísmo equivale a (o puede ser descrito como) una enfermedad: Joachim Fest recoge un discurso de Hitler en el circo Kronen  (mayo de 1923) donde dice cosas como: «Los judíos son una raza pero no son seres humanos. No pueden ser seres humanos creados a imagen del Dios eterno. El judío es la imagen del diablo y el judaísmo es la tuberculosis racial de los pueblos». En el que parece ser su primer texto político: ‘La actitud de la socialdemocracia alemana sobre el antisemitismo (carta del 16 de septiembre de 1919), citado por Werner Maser: «el judío conduce a los pueblos, sin que se den cuenta, hacia una especie de tuberculosis racial». Un microbio es un microbio y, por lo tanto, debe ser extinguido por razones de salud.

3.- Culturalmente, para el nazismo el judaísmo está en la base de las tres doctrinas que postulan la ‘peligrosa’ (o ‘absurda’) idea de la igualdad del género humano: El cristianismo (con el judío Saulo, reconvertido en Pablo), la revolución francesa (consecuencia del complot judeo-masónico) y el comunismo (con el judío Marx a la cabeza), son ideas surgidas de la judería, a las que se opone la doctrina racial germánica. En MEIN KAMPF, Hitler escribió que: «si el judío, con ayuda de su profesión de fe marxista, logra la victoria sobre los pueblos de este mundo, su diadema será la corona mortuoria de la humanidad». En definitiva, judaísmo y humanidad resultarían incompatibles, de ahí la ‘necesidad’ del exterminio.

4.- El judío es para el nacional-socialismo el símbolo o la idea-tipo del capital internacional, del mundo financiero opuesto al mundo del trabajo: El judío es el símbolo de la finanza internacional; el judío se identifica con el banquero (y conviene no olvidar que esa era una idea que Hitler compartía con Henry Ford). En su discurso de conmemoración del sexto aniversario de llegada al poder, pronunciado el 30 de enero de 1939, Hitler lo dijo entre aplausos frenéticos: «si las finanzas judías internacionales en y fuera de Europa, pueden lograr todavía una vez más precipitar a los pueblos a una guerra mundial, el resultado no será la bolchevización del mundo, es decir, la victoria de la judería; al contrario, será  el exterminio de la raza judía en Europa.»

5.- Políticamente, en consecuencia, el judío debe ‘pagar’ como culpable de la guerra: Esa es, por lo demás, una idea que compartían no sólo los alemanes, sino los polacos y mucha otra gente en Europa. La Gestapo nunca habría funcionado sin la complicidad de millones de personas. Christian Gerlach en SOBRE LA CONFERENCIA DE WANNSEE (ed. francesa, 1999), recoge esta anotación del ‘Diario’ de Goebbels, en el momento en que declara la guerra a Estados Unidos: «en lo que concierne a la cuestión judía, el Führer está decidido a hacer tabla rasa. Ha profetizado a los judíos que sufrirán su destrucción si provocan una vez más la guerra mundial. No son palabras vanas. La guerra mundial está aquí y la destrucción de los judíos debe ser la consecuencia necesaria. Es una cuestión a considerar sin ningún sentimentalismo. No estamos aquí para sentir piedad por el pueblo judío, sino únicamente por el pueblo alemán. Puesto que el pueblo alemán ha sacrificado 160.000 muertos en el frente del Este, entonces los verdaderos responsables de esta guerra sangrienta deben pagar con su vida.»

***

Arnold J. Toynbee en LA EUROPA DE HITLER observó que a Hitler le había fallado una característica que Napoleón supo cuidar con exquisito esmero. No tenía la capacidad de un Napoleón para ganarse la amistad de, por lo menos, las élites de los países que conquistó. A diferencia de Napoleón que podía ser admirado incluso por Hegel porque acompañaba sus conquistas, al menos retóricamente, de una ideología ilustrada y cosmopolita, el Reich hitleriano siempre fue visto como una forma de rapiña brutal. Mientras Napoleón pretendía construir una Europa cosmopolita, Hitler pretendía simplemente la anexión de territorios, la preponderancia del elemento ‘ario’ y la reducción de cualquier otra nacionalidad o grupo étnico al estado servil.

La idea del exterminio de los judíos formó parte, pues, de la ideología nazi desde el principio hasta el final. Que se llevase a cabo de una manera más o menos condicionada por las circunstancias, no significa que no fuese algo explícitamente pregonado por el nacionalsocialismo desde siempre. El fracaso en la campaña de Rusia pudo acelerar la «solución final», pero no la provocó. La conferencia de Wannsee, el 20 de enero de 1942, no hizo sino dar una estructura organizativa y burocrática a algo que ya estaba en el programa y en la práctica política desde los inicios.

 

 

 

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