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"Sólo somos felices rodeados de plantas y animales"


LLUÍS AMIGUET - 24/11/2007

Nacionalista humano

¡Qué maravillosa mañana nos regala Wilson! El fundador de
sociobiología y biodiversidad sonríe, bromea, pregunta, responde... ¡Disfruta! Su bondad emana de su inteligencia, en amable sintonía con lo que somos y él define como "la nación humana". Wilson ha dedicado su obra a estudiar y salvar nuestra patria, la Tierra, y a nuestra nación humana, emperrada en suicidarse por la avaricia de unos pocos. Lo explica en la creació (Empúries) y en toda su magnífica obra, que inición con las hormigas (divertidísimo premio Pulitzer), a las que se dedicó tras dejar la ornitología por un accidente de pesca que limitó su visión y comprobar que no podía estudiar las ranas por ser duro de oído.

Tengo 78 años: mi salud es perfecta y el secreto se llama actividad constante. Nací en Alabama. Llámeme sentimental, pero creo en el futuro de nuestra especie: podemos lograr que nuestro desarrollo no sea contra el ecosistema. Colaboro con la Obra Social de La Caixa

¿Si usted tuviera todo el dinero del mundo, ¿dónde querría vivir?

Me preocupa más con quién.

¡Bravo! Por ahí va la cosa. Cuando escribí Biofilia,preguntamos a quienes podían decidir - unos cuantos billonarios- dónde y cómo les gustaría tener su casa y con qué compañía...


¿Y...?

Todos queremos altura, vistas sobre una zona verde: parque o bosques o una sabana, y tener agua - un lago, mar o río- en perspectiva.

Suena al anuncio del piso de tus sueños.

Además, los humanos necesitamos biodiversidad a nuestro alrededor para lograr la armonía con nuestro propio ser. Queremos vivir con más humanos, pero también con plantas y animales de las más diversas especies: ese debería ser el objetivo de toda arquitectura.

Pues me temo que hoy no lo es.

Hoy el urbanismo es en gran parte el reflejo de la avaricia de unos cuantos promotores inmobiliarios, y la arquitectura, el espejo inhabitable del inmenso ego de algunos arquitectos. Sólo los grandes han tenido la humildad de renunciar a su narcisismo para imitar a la naturaleza, y así consiguen crear hábitats donde podamos sentirnos a gusto.

¿Cómo?

Los humanos disfrutamos al tener alrededor tanta vida tan diversa y tan próxima como sea posible. Todo cuanto nos aleje de ese objetivo va contra nuestra propia naturaleza y por eso nos aliena: nos hace desgraciados.

¿Las cucarachas sirven como compañía?

Las cucarachas nos enseñan a sobrevivir, pero yo le estoy hablando de vivir una vida que valga la pena ser vivida por un ser humano.

No parece que vayamos en esa dirección.

Nuestro sistema hoy sólo nos concede a la mayoría la posibilidad de sobrevivir. Deberíamos empezar a pensar en vivir de verdad, y eso será imposible si acabamos con la biodiversidad en nuestro entorno: las plantas, árboles, playas y especies diversas que extinguimos día a día son nuestra única posibilidad de disfrutar de esa vida grata de seres humanos.

Unos siempre vivirán mejor que otros.

El ecosistema nos proporciona recursos para cubrir las necesidades de todos, pero nunca proporcionará los suficientes para satisfacer la avaricia de esos pocos que la explotan para enriquecerse. Y esos pocos tampoco consiguen más satisfacción, porque nuestra naturaleza cooperativa nos impide ser felices si no lo somos con el resto de nuestros congéneres.

El medio ambiente es incompatible a veces con el desarrollo económico.

Al contrario: el único desarrollo inteligente es el que respeta el ecosistema. Cuando lo destruimos, después nos vemos obligados a gastar enormes fortunas en depurar el agua, limpiar el aire, descontaminar la tierra...

Y no quedan igual que antes.

Hemos cuantificado el coste de sustituir con medios artificiales lo que el ecosistema hace de modo natural, como proveernos de agua limpia y potable, o polinizar las plantas, que no podremos hacer igual que la naturaleza: el ecosistema planetario genera cada año una riqueza muy superior al PIB mundial.

¿Hasta cuándo seguirá multiplicándose la humanidad?

La ONU prevé que lleguemos a los nueve mil millones de humanos.

¿Por qué vamos a estancarnos ahí?

Por la muy ecológica liberación de la mujer: cuando pueden elegir, las madres prefieren concentrarse en la educación de sólo uno o dos hijos. Por otra parte, si nos multiplicáramos sin tasa, nos encontraríamos con límites de recursos, por ejemplo el agua.

¡No sea malthusiano!: ¡desalinizaremos!

Eso como mucho sería sobrevivir, y nosotros no somos robots: ¡somos la nación humana! Una nación llamada a buscar la felicidad en armonía con el ecosistema del que forma parte inseparable. ¿Acaso quiere vivir en un planeta que sea como una nave espacial donde los recursos - agua, oxígeno, nutrientes...- estén monitorizados en un panel de mandos?

¿Yel darwinismo? ¿Acaso no es la naturaleza la selva donde devoras y te devoran?

La selección natural no es sólo competición y depredación, sino - sobre todo- cooperación. Sin cooperación no hay supervivencia: quinientas especies de bacterias, por ejemplo, nos permiten hacer la digestión.

Sólo sobrevive el caníbal más rápido.

¿Es humano el caníbal? Del conocimiento profundo de nuestro ecosistema emana una ética natural de nuestra especie: los derechos humanos son la última expresión de esa ética. Si no los respetamos, violentamos nuestra propia condición de seres humanos.

¿Acaso las guerras no seleccionan a los individuos y los pueblos más aptos?

Puede obtenerse la impresión a corto plazo de que sobreviven los individuos más violentos y egoístas, pero al final y a largo plazo se imponen las conductas cooperativas. Mire, no quiero parecer sentimental, pero yo creo en el futuro de la especie humana, nuestra especie...

¿Y...?

Ese futuro no incluye las guerras.

Tal vez no tendríamos el bienestar que tenemos sin explotar la naturaleza.

Tendríamos más si hubiéramos sido lo bastante inteligentes como para convivir con ella sin explotarla. No podemos seguir sometiendo a nuestro sistema a la lenta tortura de los mil cortes: sólo hay un futuro, y está en evolucionar con él.



La Vanguardia. La Contra, sábado, 24 de noviembre de 2007



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