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K.J. DOVER: SÓCRATES Y PLATÓN SOBRE LA HOMOXSEXUALIDAD  

 

Es bastante fácil ver por qué Sócrates debía presentar su doctrina del eros en términos predominantemente homosexuales: en su ambiente, el eros apasionado se experimentaba con mucha mayor frecuencia en una relación homosexual que en una relación heterosexual, y se daba absolutamente por descontado que el contacto estrecho con un joven bello y lleno de admiración y agradecimiento era una tentación prácticamente irresistible. Del mismo modo, también es fácil ver por qué un eros que se abstiene constantemente de toda satisfacción física debe ser homosexual: después de todo, el papel que tenían que cumplir las mujeres era ser inseminadas, mientras que el sentimiento popular idealizaba y aplaudía la castidad de un erómenos y la devoción desinteresada de un erastes. No está tan clara, en cambio, la razón por la cual el eros juega un papel tan notable en un sistema metafísico; la explicación más sucinta la encontramos en el FEDRO (250d), donde se señala que, de entre todas las cosas que son erastá (es decir, que hacen surgir el eros), la belleza es la única que puede percibirse directamente por los sentidos, de tal manera que la visión de algo bello nos brinda el medio más eficaz con mucho y más inmediato que tenemos para acceder al mundo del Ser. Pero hay aún otra consideración: la filosofía, tal como la entiende Sócrates, no era el producto de una meditación solitaria, que un orador fascinante (o un gurú) había de transmitir a una masa de discípulos silenciosos, sino un proceso de cooperación que implicaba preguntas y respuestas, críticas recíprocas y mutuo intercambio de intuiciones entre una persona y otra. En EL BANQUETE, el pasaje culminante del discurso de Diótima presenta la imagen del adulto que «hace nacer» en un joven el conocimiento racional del mundo del Ser (209b), un proceso de «procreación en la belleza» (cf. 206b) cuya contrapartida grosera y material es el engendramiento de progenie por medio de una relación heterosexual (206c). El erastés intenta educar al erómenos (209c, cf. Xen, Sim.8,23) y el «recto paiderasteîn» (211b) es educar en la filosofía. Llegados aquí y contando con que, desde un punto de vista metodológico, la cooperación en la discusión y la crítica representa un considerable avance respecto a la lección ex cathedra, podemos preguntarnos por qué se pone tanto énfasis en la relación entre un adulto y un joven antes que en la relación entre dos personas de la misma edad y de la misma posición. De hecho, éste era el punto en el que podemos determinar que la conducta sexual de los ciudadanos de clase acomodada en la Atenas de finales del siglo V y principios del IV tuvo una influencia decisiva en la forma en que se hizo efectiva la filosofía socrática; no una influencia en sus postulados básicos —la existencia de un mundo del Ser, la posibilidad de acceder a ese mundo por medio de la razón, su dependencia del Bien— [1] , sino en su tratamiento de la paciente educación de un joven cuya belleza suscita en su educador una emoción más intensa y poderosa que cualquier otra cosa en la vida, como la vía más directa para la realización filosófica. [2] Las comparaciones (Smp. 211d) y metáforas sexuales (Rep. 490b) que tiende a usar Platón cuando habla de la visión de la realidad suprema por parte del alma nos obligan a establecer una analogía entre el éxtasis con el que el eros «verdadero» recompensa la perseverancia filosófica y el éxtasis del orgasmo genital, que recompensa la insistencia del cortejo sexual. En la literatura moderna es más probable que encontremos un lenguaje metafísico aplicado al sexo que un lenguaje sexual aplicado a la metafísica; en ambos casos, la analogía viene facilitada por la sensación que se suele tener durante el orgasmo de perder la noción de la propia identidad y ser poseído por una fuerza irresistible. Hablar de Platón en estos términos no significa ‘reducir’ la metafísica a la fisiología; es simplemente reconocer que, mientras la tarea del filósofo es identificar los postulados y examinar la validez de los procesos deductivos que en ellos se basan, la del biógrafo es explicar la existencia de tales postulados.

 

 

 

 

Sir Kennet James DOVER: Homosexualidad Griega. Trad. de Juan Francisco Martos Montiel y Juan Luis López Cruces. Barcelona: El Cobre, 2008, pp. 245-247. © de los autores. Reproducción exclusiva para uso escolar.

 

 



[1] Se trata de postulados, no de conclusiones en cuyo apoyo se aporte nada que, en rigor, podamos llamar pruebas; y Platón deja bastante claro que se trata de postulados, no pretendiendo demostrar lo que no ha demostrado. Cf. p. 41, n 20.

 

[2] En Phdr. 249a, la única especie de alma de la que se dice que «regresa allí de donde partió» antes de diez mil años es la de «aquel que haya filosofado sin engaño o haya sido un paiderastés con (= en unión de la) filosofía». Es discutible si la conjunción «o» significa aquí «es decir» (cf. T.F. Gould 117 y n.74), pero incluso si no es así, el carácter escatológico de la paiderastía filosófica no deja de ser destacable.

 

 

 

 

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