Història de la filosofia grega - Història de la Filosofia medieval - Maquiavel - Montaigne- Galileu - Descartes - Ignasi - Hobbes - Pascal - Van del Enden - Spinoza - Empirisme (Locke) - Empirisme (Hume) - Mandeville - Il.lustració francesa (Montesquieu - Voltaire - Rousseau - La Mettrie- Sade) - Meslier - Kant - Fichte - Hegel - Kierkegaard - Feuerbach - Stirner - Marx - Utilitarisme (Mill) - Schopenhauer - Nietzsche - Filosofia de la Sospita - Freud - Durkheim - Weber - Kraus - Jaspers - Russell - Ayer- Wittgenstein - Popper - Feyerabend - Heidegger - Arendt - Anders - Jünger - Patocka - Korczak - Mounier - Rougemont - Escola de Frankuft - Benjamin - Jonas - Weil - Ellul - Mumford - Jankélévitch - Sartre - Simone de Beauvoir - Lévi-Strauss - Girard - Morin - Cioran - Foucault -Rawls - Sen - Habermas - Lorenz - Singer - Wilson - Macintyre - Zadeh - Georgescu-Roegen - Vattimo - Sloterdijk - Fukuyama - Pogge - Illouz - Rosa - Filosofia política - Utopies - Anarquisme - Liberalisme - Socialdemocràcia - Conservadorisme - Totalitarisme - Republicanisme - Ètica bàsica - Contra el relativisme -Empatia -Tecnoètica - Ètica i empresa - Decreixement - Bioètica- Neuroètica - Ètica Periodística - Ètica i ecologia - Ètica animal - Ecologia humana i Antropologia - Biopolítica - Darwin i l'ètica - Einstein i l'ètica -Africana - Guerra Justa - Ateisme - Laïcisme - Cristianisme - Religions del món - Sociologia bàsica - Filosofia de la història - Argumentació - Teoria del Coneixement - Teoria de Ciència - Història de la Psicologia - Contes per pensar - Vocabulari Filosòfic - Introducció a la Filosofia - Dossier Selectivitat

 

¿DE VERDAD A KARL KRAUS NO SE LE OCURRIÓ NADA SOBRE HITLER?  

Ramon  ALCOBERRO

 

Karl Kraus abrió con una frase extraña su último libro, LA TERCERA NOCHE DE WALPURGIS «No se me ocurre nada sobre Hitler» [‘Mir fäll zu Hitler nichts ein- no puedo pensar en nada sobre Hitler - nada me viene a la mente sobre Hitler], que se ha leído como una confesión de impotencia. Algo evidentemente no iba bien si en 1933 al mayor escéptico, al mayor ironista de lengua alemana, no se le ocurría nada sobre Hitler y prácticamente daba por concluida la aventura de DIE FACKEL a la que había dedicado treinta y siete años. De hecho, el libro sólo se publicó en 1952, en edición de Heinrich Fischer (aunque algunos textos aparecieron en el número 890-905 de  DIE FACKEL, en 1934). Es bien conocido que Kraus mismo paró la publicación del texto, cuando incluso había corregido pruebas. Se ha hablado de indecisión e incluso de miedo: el asesinato en Marienbad de su amigo Theodor Lessing (31 de agosto de 1933) evidentemente tuvo mucho que ver en todo ello. De hecho, en el último número de la revista (julio de 1934) reconocía  «Hay el peligro de que por actos polémicos cuya utilidad no se podría demostrar se produjeran sacrificios humanos por la mera sospecha de que estas personas sean partidarios del polemista». Pero la frase «No se me ocurre nada sobre Hitler» significa algo muy diferente a lo que podría parecer y el reproche de miedo (físico) no tiene excesivo sentido. Aunque en aquel momento sus lectores no entendieron el significado de ese silencio, es obvio que tiene que ver con el colapso moral que se acercaba y con la misma impotencia del lenguaje para describirlo.   

¿Qué hace Kraus tan sorprendente al decir que «sobre Hitler no se me ocurre nada»? Simplemente, enunciar que lo que se acerca ya no va a poder ser descrito en palabras. No se le puede ocurrir nada sobre Hitler porque cualquier cosa que sobre éste se diga hay que situarla en el contexto previo de una bancarrota del lenguaje, del hundimiento moral (espiritual) de toda una serie de sujetos políticos (la socialdemocracia) y culturales (los periodistas), cuya actividad nihilista, de zapa constante de la verdad, acabó provocando la aparición del monstruo que iba a devorarles. Alemania había creado una retórica que la llevaría al infierno. Sería su propio lenguaje el que acabaría destruyéndolos. Iba a ser fatal «… el ruido que prepara una cabeza alemana (…) con términos como formación de la voluntad, voluntad de unidad, formación cultural, unidad cultural, conformación espiritual y cosas por el estilo, para, a la postre, sosacar más que un ratoncito» (p. 45 de la trad. de Pedro Madrigal), porque de tanto resentimiento miserable solo podía surgir la más extrema destrucción.   

Lo que iba a suceder era una mutación histórica sin precedentes y de alcance mundial: la irrupción de un Nuevo Orden, cuya brutalidad y cuya capacidad para poner el resentimiento en primer plano de la acción política no tendría fin. Kraus nunca había simpatizado con la democracia liberal y todavía menos con la socialdemocracia y su arma contra el mundo había sido la sátira. Pero incluso la sátira ha sido expropiada por los nazis cuya ridiculez sería patética si no fuese criminal. La sátira ha sido secuestrada por Goebbels, asociándola «a un movimiento cuya esencia no es más que ramplonería y sangre» (p.52). De ahí el silencio. En la noche de Walpurgis, los filósofos toman asiento junto a los fantasmas.  

Lo que se acerca sólo puede ser entendido desde la patología autodestructiva. «Ciertamente, para no desesperar de la pureza cósmica del hombre y librarse a sí mismo de la locura, uno quisiera agarrarse a alguna clase de sentido que pueda haber en el fondo de estos acontecimientos. Pero la tendencia a sacar dicho sentido con ayuda de la filosofía sólo se podría comprender partiendo del conocimiento de que estamos ante toda una serie de reacciones patológicas» (p.65). Lo que sucede con los nazis es una enfermedad que tiene su origen en la retórica; y hablando sobre Heidegger observa que: «La profesión de vinculación a la sangre y a la tierra que se apresuran a hacer estos sicarios abismales de la violencia podría si acaso hacer pensar en aquel peligro de contacto que no en la filosofía sino en la medicina tiene lugar en el caso de tétanos; de manera que la psicosis hoy dominante habría que achacarla a un caso de tétanos a escala nacional» (p.68). Tampoco la democracia es solución. En su opinión, una democracia no podía ser social sin traicionarse ella misma y un estado social no pude coexistir con un régimen de opinión pública como es la democracia. Kraus siempre creyó con Goethe que lo importante era «reagrupar cuanto hace avanzar al individuo» y no creía que la cháchara periodística de la democracia fuese útil para ello. Pero lo que se acercaba superaba de mucho cualquier crítica que pudiera hacerse a la democracia.   

Si Kraus no simpatizaba con la democracia, mucho menos podía hacerlo con Hitler, al fin y al cabo un producto final esperable, el monstruo al que tendía necesariamente la miseria intelectual iniciada haca 1900, mediante la prostitución democrática, populachera, del lenguaje periodístico. Kraus opinaría lo mismo que parece que dijo Erich Voegelin (1901-1985) a un estudiante indulgente con los nazis: «Entre los derechos humanos, señor, no figura el de ser un imbécil. Usted no tiene el derecho a ser un idiota». Al fin y al cabo, Kraus y Voegelin pertenecían a esa «cultura en el sentido de Goethe», que los nazis detestaban. Y pueden decir nada sobre Hitler porque todo sonará a excusa, porque las ovejas llevadas dócilmente al matadero no entenderían ninguna advertencia. Porque hablar a los matarifes sería indigno y tampoco serviría. «Lo indescriptible que se cumple con simplicidad» es al mismo tiempo un anuncio banal y brutal. Ante ello el arte y la sátira enmudecen «Si la muerte, desligada de toda conceptualizad, es la primera y última realidad que otorga la vida política, cómo podría volverse creador este acontecimiento?». Por eso mismo, porque sabía que lo siniestro había llegado ya (y que había llegado para quedarse), a Kraus no se le podía ocurrir nada sobre Hitler.  

José María Valverde en su VIENA FIN DE SIGLO (1990) escribió que «Kraus no presentó ningún mensaje concreto, sino el del respeto a la palabra, que es el respeto a toda la dignidad del hombre» (p.158). Evidentemente, con la llegada del nazismo la palabra se iba a prostituir para siempre. Y la vida dejaba de tener sentido.

                       

Karl KRAUS: LA TERCERA NOCHE DE WALPURGIS. Barcelona: Icaria, 1977. Trad. de Pedro Madrigal. 

 

.

.

Tria autor/tema

Envia un email a l'autor