¿SE PUEDE APRENDER FILOSOFÍA?

   Imaginémonos que alguien quiere aprender física o biología. Compra libros, asiste a clases, hace experimentos, memoriza conceptos, consulta a sus profesores, resuelve problemas, deduce leyes… y aprende la materia. En cambio, algo raro sucede con la filosofía. “Aprender” filosofía es algo bastante distinto. La filosofía es una actividad, no es algo que “exista” en alguna parte, sino una manera de situarnos ante el mundo: reflexivamente, poniendo atención a las cosas y a su manera de transformarse. Eso es tanto como decir que no “aprendemos” filosofía si, a la vez, no filosofamos.

Aprender es en filosofía un término perfectamente ambiguo. La filosofía está en todas partes y en ninguna a la vez porque depende de una determinada manera de situarse ante las cosas y de valorarlas. Las preguntas filosóficas son distintas a las que puede plantearse un científico, porque, para empezar, un científico no se pregunta el por qué, sino el “como”. Además, un científico puede hacer experimentos en un laboratorio, medir, calcular… En cambio, un filósofo hace “experiencias”, es decir, reflexiona a partir de lo que le sucede, de la vida, de los libros. No hay “laboratorios” de filosofía; hay – en cambio– bibliotecas; y se puede reflexionar a partir de las ideas que plantearon gentes que vivieron hace miles de años, como si se estuviera dialogando con ellos hoy.

Aprender filosofía no es saber de memoria lo que dijeron Platón, Aristóteles, Descartes o Hume. Es ser capaz de entender qué les movía a reflexionar – por qué pensaron algo y por qué elaboraron unas determinadas teorías. A veces se usan las palabras “pensamiento”, “reflexión” y “filosofía” como si fueran sinónimos. Pero técnicamente no lo son. Pensar es la capacidad para usar la razón y para sacar consecuencias a partir de unos hechos. En este sentido “piensan” también los animales no-humanos cuando son capaces de resolver problemas, por ejemplo, a la hora de buscar la comida o de sobrevivir en un medio hostil… Pensar es como respirar, comer o dormir. Todo el mundo puede hacerlo, aunque algunos “piensan mal” y yerran porque no entienden reglas simples como que, por ejemplo, si algo es verdad, lo radicalmente contrario de eso ha de ser falso. No vale cualquier pensamiento por el simple hecho de que sea pensado por alguien. De la misma manera que algunos respiran con dificultades o comen en exceso, también hay individuos que “piensan mal” porque no entienden las reglas del razonamiento, porque confunden, por ejemplo, un círculo con un cuadrado o creen, equivocadamente, que cosas parecidas son iguales. Pensar exige estar despierto. En este sentido “la filosofía ayuda a pensar”, pero también lo hacen las ciencias, la historia, la literatura o la vida cotidiana.

Reflexionar es algo más complejo: consiste en entender las diversas posibilidades que se plantean ante una situación y optar por la que nos parece más significativa. Para reflexionar es imprescindible detenerse ante un problema, dale vueltas, evaluar las diversas respuestas y optar por la que nos parece más significativa, más eficaz, más práctica, etc. La reflexión es una habilidad, tiene un aspecto práctico; es imprescindible no solo ante situaciones cruciales de la vida sino también en la vida cotidiana y en la actividad científica. En líneas generales todos los humanos somos capaces de pensar y todos reflexionamos.

Filosofar va un paso más allá. Consiste en un ejercicio de reflexión, pero también es una manera de situarse ante la vida y ante las ideas. Es reflexión teórica y es también un modo de vida. Filosofamos cuando somos conscientes del entorno, cuando a partir de la experiencia, de la razón y de la conciencia lingüística intentamos comprender el mundo en su sentido más profundo. La pregunta de la filosofía es racional, es vital y es crítica. Al filosofar usamos la razón, la aplicamos a la vida y nos preguntamos por el “por qué” de las cosas.

Los libros y los grandes pensadores pueden situarnos ante las respuestas más significativas a las grandes preguntas. No podríamos pensar por nosotros mismos todo lo que nos ha transmitido la tradición, ni podríamos elaborar el lenguaje específico que se ha ido elaborando durante siglos. Pero eso no nos ahorra el esfuerzo de comprender, discutir y argumentar por nosotros mismos.  Los grandes filósofos nos pueden ayudar a ir más lejos o más deprisa en las respuestas, pero ningún libro puede situarse en nuestro lugar, ni ahorrarnos el trabajo de reflexión personal. En este sentido la filosofía es “vital”. La razón no se desarrolla en un vacío, sino que nos hacemos preguntas conforme la vida nos sitúa ante dificultades o ante exigencias que hemos de resolver conceptualmente. Y nadie pude responder esas preguntas en nuestro lugar.

   “Pensar por uno mismo” no es partir de cero. No significa hacer tabla rasa de los conocimientos aprendidos, ni prescindir de lo que nos dicen los demás o de lo que nos enseña la historia. Se trata de usar las ideas existentes, de elegirlas y observar si son adecuadas a nuestra situación; de someterlas a prueba para ver si nos sitúan o no ante una determinada situación vital y si describen algo que nos parece verdadero. Pensar por uno mismo es poner el pensamiento reflexivo en situación y responder creativamente a las exigencias del entorno. Es un proceso lento y, a veces, complicado, sobre todo cuando no somos capaces de orientarnos en el pensamiento, es decir, cuando no encontramos una línea que nos permita ordenar lo que sabemos. “Filosofar” no es fácil porque pone en juego lo que sabemos y, también, lo que ignoramos – y porque nos obliga a ver las cosas desde otros puntos de vista, a veces “im/pre/vistos”.

Cuando pensamos por nosotros mismos el argumento de autoridad no vale; nada es “porqué sí” o “porque yo lo digo”, ni siquiera “porque algo me gusta”. Al pensar por nosotros mismos nos obligamos a hacer un ejercicio creativo de pensamiento y a reflexionar en profundidad. Eso es filosofar.

 

Preguntas:

1. ¿Qué diferencia a un filósofo de un científico?

2. ¿Es lo mismo decir “pensamiento”, “reflexión” o “filosofía”? ¿Por qué?

3. ¿Por qué en filosofía la reflexión no es solo algo teórico o conceptual?

4. ¿Qué significa “pensar por uno mismo”?

 

 

 

 

 

 

© Ramon Alcoberro Pericay