EL YO EN LOS ENSAYOS DE MONTAIGNE

 

 

 

 

 

 

 

 El yo en Michel de Montaigne (1533-1592) ha de ponerse inevitablemente en relación con la idea misma de “ensayo”. Ensayo, experiencia y “yo” son conceptos que están intrínsecamente unidos.

 Montaigne en el Libro I de los Ensayos es un individuo por la muerte y, en general, los Ensayos muestran su obsesión por el cambio en las cosas, por “le passage”, como dijo él mismo. “Yo”, pensamiento y cambio están intrínsecamente unidos. Los Ensayos son, explícitamente, la pintura de su identidad personal, que es una construcción –una obra– surgida, a la vez, del tiempo y de la reflexión. En el yo existen por una parte una serie de cuestiones que son innatas (físico, elementos psicológicos e intelectuales…) y que Montaigne denomina sus “facultades intelectuales”. Pero también lo constituyen una serie de hábitos intelectuales – y en su caso muy especialmente el gusto por la conversación y por la amistad, siendo en origen innatos, son también construidos, trabajados a lo largo de toda su vida.

 En su ensayo ‘De la experiencia’, queda claro que es ella quien culmina la personalidad, la que permite que cada cual construya sus propias reglas y se construya a sí mismo, muy especialmente en el ámbito de la moral. En el caso de Montaigne la escritura de los Ensayos, la reflexión sobre temas morales, políticos o filosóficos, le construye también como individuo. El yo se confunde con la experiencia, pese a la importancia central que atribuye al cuerpo – y conviene recordar que Montaigne es un enfermo, que acabará muriendo por un fallo en el riñón que le había provocado grandes dolores durante años.

En los Ensayos, Montaigne su observa a sí mismo en su singularidad. No le interesa la humanidad en cuanto tal, sino que se ocupa sobre sí mismo, como singularidad como “monstre et miracle” (III, 1). Conocerse uno mismo es también conocer a toda la humanidad. Como dice en una de sus frases más citadas: “cada hombre lleva en sí la forma de la humana condición” (III, 2). Las cosas que uno hace y los gustos que uno tiene, incluso por muy retorcidos que sean, son también los de la humanidad. El análisis de su propio mundo individual le permite entender la humanidad en su conjunto. La actitud reflexiva común al género humano y la mutación de las cosas (que a Montaigne no le gusta) son los grandes ejes desde los que se plantean todos los Ensayos.

© Ramon Alcoberro Pericay