GEORGE ORWELL Y EL LENGUAJE
“La política y la lengua inglesa” (publicado en revistas en 1945 y 1946) es un importante ensayo de George Orwell que anuncia el concepto de “neolengua” que aparece en “1984”. Defiende un uso del lenguaje claro y preciso, mientras que considera el lenguaje actual de los responsables políticos como “feo e impreciso” y “repleto de giros viciosos” – algo que, si en su época comenzaba a hacerse evidente, y que hoy es toda una obviedad. Critica el abuso de metáforas manidas que no corresponden a ninguna imagen, la inflación de términos latinos o pseudocientíficos para dárselas de sabio…, algo también muy actual. Pero lo interesante es que esa degradación del lenguaje no es para el escritor inglés un problema de estilo, sino de fondo. “Cuando la atmosfera general es mala, el lenguaje no sabría salir indemne”, escribió.
Para Orwell: “… la decadencia de una lengua ha de tener, en definitiva, una serie de causas políticas y económicas; no se debe simplemente a la mala influencia de tal o cual escritor. NO obstante, un efecto puede tornarse causa y reforzar la causa original, dando lugar al mismo efecto, solo que de forma intensificada, y así hasta la saciedad. Un hombre puede darse a la bebida porque se considera un fracasado, y fracasar entonces más porque se ha dado a la bebida. Algo parecido está ocurriendo con la lengua inglesa. Se vuelve fea e inexacta porque nuestros pensamientos rayan en la estupidez, pero el desaliño de nuestro lenguaje nos facilita caer en pensamientos estúpidos”.
El uso de “metáforas moribundas”, “operadores o complementos falsos”, “dicción pretenciosa” y “palabras carentes de significado”, (que forman lo que denomina “un catálogo de estafas y perversiones”) no solo mata la lengua; también impide pensar con claridad. “Si el pensamiento corrompe la lengua, también la lengua puede corromper el pensamiento”. Hay que desconfiar, especialmente, de las “metáforas manidas”. Un estilo impersonal, obscuro, aburrido y pomposo, enmascara las más de las veces un pensamiento desconectado de la realidad. Según Orwell: La grandilocuencia del estilo es ya, de por sí, una especie de eufemismo. La retórica es básicamente un instrumento político.
Para luchar contra esa decadencia del lenguaje Orwell propuso seis reglas:
1.- No utilizar jamás una metáfora, símil o cualquier otro tipo de figura retórica que uno suela ver impresa.
2.- No hay que usar una palabra larga si se puede emplear otra corta.
3.- Si es posible suprimir una palabra, hacerlo siempre.
4.- Nunca hay que utilizar la voz pasiva donde pueda usarse la voz activa.
5.- Jamás hay que usar un giro extranjero, un término científico, un vocablo de jerga donde pueda emplearse un equivalente del inglés cotidiano.
6.- Saltarse siempre cualquiera de estas reglas antes que decir alguna barbaridad.
Si Orwell regresase hoy se escandalizaría todavía mucho más al ver la conversión del lenguaje en jerga llena de barbarismos y extranjerismos. Si le parecía pedante usar palabras latinas en vez de palabras inglesas, hoy lo que vería es exactamente lo contrario, pero el resultado es el mismo: la degradación del lenguaje sigue llevando a la degradación del pensamiento.