NIETZACHE Y LA DEMOCRACIA

Ramon ALCOBERRO

Las opiniones de Nietzsche sobre la democracia desafían las convicciones políticas contemporáneas. Presenta la democracia como un régimen político decadente, que fomenta el igualitarismo y el resentimiento.

Nietzsche escribió en uno de sus Fragmentos póstumos (1886-1887) que su filosofía defiende la jerarquía, pero no una moral individualista. La jerarquía es algo que existe en todos los niveles de la vida (desde la vida orgánica a las civilizaciones) porque da estructura a la realidad. Cualquier decadencia en la organización de una totalidad implica decadencia, debilitamiento o lo que en El caso Wagner (párrafo 7) llamó «anarquía de los átomos y desagregación de la voluntad». El texto prosigue así:

«En moral eso produce “libertad individual”, Ampliado a la teoría política: “Los mismos derechos para todos. La vida, la misma calidad de vida, la vibración y la exuberancia de la vida comprimida en las más ínfimas ramificaciones, todo lo demás, parálisis, pena, vulgaridad, o bien antagonismo y caos.»

La centralidad de la jerarquía fue uno de los temes básicos del fascismo. Nietzsche inspiró claramente al fascismo la idea de la superioridad de lo espiritual sobre lo material y del líder sobre la masa.  Cuando los “Puntos iniciales” de Falange Española (7 de diciembre de 1933) decían cosas como: “Falange española considera al hombre… como capaz de un destino eterno, como portador de valores eternos” o como “Falange Española… no acepta la interpretación materialista de la historia” … todo es simplemente una mezcla entre pensamiento nietzscheano y radicalismo conservador”.

El nietzscheanismo detesta al hombre porque lo considera pequeño y nihilista. Y está contra la democracia porque es igualitaria, universal y abstracta. La voluntad de ser feliz, de vivir en paz, etc., le parece peligrosa para el porvenir mismo del Superhombre, que es voluntad de poder. El hombre es algo que debe ser superado (por el Superhombre) y la política de los intereses y de la economía ha de dejar paso a lo que Nietzsche denominaba “la gran política” que no tiene nada que ver con la política convencional, porque no es gestión de intereses sino expansión de la vida. De ahí el odio de Nietzsche a la teoría utilitarista por calculadora y prudencial. Hay dos pulsiones democráticas que Nietzsche odia, como las odiaban los falangistas:  el altruismo y la igualdad. En la filosofía nietzscheana «El instinto altruista es un obstáculo para el reconocimiento del individuo». Mientras en la teoría liberal mi libertad termina donde empieza la de los demás, en la filosofía del Superhombre no se reconoce ningún límite a la voluntad del creador. A diferencia del utilitarismo liberal, Nietzsche niega que pueda establecerse un equilibrio social (y moral) a través de la gestión de intereses ni de una generalización de los instintos altruistas; eso sería una “sobrecristianización” (Aurora, párrafo 132).

 

 

 

 

 

© Ramon Alcoberro Pericay