¿POR QUÉ SADE ES INCOMPATIBLE CON LA TOLERANCIA?

Desde Voltaire la tolerancia es imprescindible para una vida civilizada. La tolerancia es una virtud limita con una hipocresía bien llevada, imprescindible si no nos queremos matar. Sade pensaba exactamente lo contrario. Éste es el debate que se establece entre ambos reducido a la dimensión de un titular de diario. Y en el debate entre el modo de entender la Ilustración (y de valorar la naturaleza humana) que establecen ambos, la cuestión de la tolerancia no es casual, ni es absurdo recordarla hoy cuando vivimos en un repliegue la tolerancia liberal.

Sade fue un rousseauniano que tenía poco interés por el pensamiento de Voltaire. Le cita en sus cartas, pide sus libros cuando está en la cárcel, representó alguna de sus obras, pero no le interesaba su filosofía y menos aún las ideas volterianas sobre la religión y sobre la tolerancia. Solo Rousseau une «un alma de fuego [y] un espíritu filosófico.» Voltaire, como Diderot o D’Alembert forman parte de sus lecturas de prisión, pero no le marcan. Voltaire era deísta (creía en la diosa Razón, algo irrazonable para el ateo Sade) y a Sade la tolerancia le parecía simplemente un engaño. En cambio, le interesaba la noción rousseauniana de estado de naturaleza porque para él la naturaleza es la crueldad.

Por lo demás, largos años de cárcel le convencen de que el mundo y la prisión se parecen absolutamente. Como el mundo, la cárcel «es un infierno y es imposible imaginar hasta qué punto la villanía, el espionaje, el control minucioso, la infamia y todas las demás virtudes que caracterizan a los imbéciles y a los traidores encuentran su lugar.» (Notas literarias)

Sade tiene muy claro que amar a la humanidad es un error y la ilustración una quimera: «C’est un danger d’aimer les hommes,/C’est un tort de les éclairer.» (Aline et Valcour)

La jouissance sadiana no necesita de la tolerancia. El goce impone como una exigencia misma de la vida, mientras que la tolerancia depende de la cultura (es decir, resulta antinatural).  La realidad no es la tolerancia sino el dolor. Ser tolerante es jugar a mentir y significa, por añadidura, aceptar que la sociedad tiene algo que decir sobre mi deseo, lo que para Sade resulta algo del todo inaceptable. El deseo sadiano no puede tener freno.

Solo existe el poder, y aunque ese poder se camufle de tolerancia siempre será represivo. Po eso dice Sarmiento en Aline et Valcour, carta XXXV: «Toda manera de comportarse es absolutamente indiferente en sí misma y se vuelve buena o mala en razón del país que la juzga.» Sade anticipa pues la tesis de Horkheimer sobre  «la identidad entre la dominación y la razón» en la Dialéctica negativa.

Si la tolerancia presupone una cierta igualdad y un reconocimiento mutuo entre quienes la practican, eso no tiene nada que ver con el mundo de Sade. Solo hay tolerancia cuando no hay enemistad y en el mundo sadiano eso no sucede jamás. Además, la tolerancia es una virtud social y para Sade ambos conceptos son ficciones: ni existe ni la virtud, ni existe lo que llamamos «sociedad». Lo único real es el yo y el deseo. En una sociedad sadiana sólo el dueño tiene derecho a vivir.

Desde el punto de vista axiológico, el único criterio significativo es que nadie es culpable de nada, porque el hombre no es libre y no puede no hacer lo que la naturaleza le hace. La piedad es un sentimiento negativo porque no es natural. Y no se puede culpar a nadie de ser brutal, o incluso de ser un asesino, porque como dice Duclos en Los 120 dias de Sodoma la naturaleza nos ha hecho como somos, también con nuestros vicios e imperfecciones, y nadie puede luchar contra ello. Si solo lo natural es bueno, entonces la represión del deseo, del crimen y del mal (principios naturales) es paradójicamente inmoral en sí misma

El criterio digamos moral que Sade cree seguir y que considera el único valioso es el de la naturaleza, en cuanto que la naturaleza es dolor. La autoridad no es un criterio de dominación, sino su fundamento. Solo necesario querer el querer que nos quiere – es decir nuestro Amo es el querer que nos domina. Y esto en términos freudianos es puramente la pulsión de muerte. Sade no es ningún antecedente de Nietzsche; nunca lo menciona y además para Nietzsche la tendencia a la crueldad es esencialmente cristiana (Anticristo, 21), mientras que p ara el marqués es anterior al cristianismo y constitutiva de la naturaleza humana per se.

Como sucede en los narcisistas, el sentimiento fundamental en Sade es el rechazo. No hay en su obra voluntad de poder, sino de posesión – y en primer lugar de sumisión.  De hecho, un lector de Sade acaba intuyendo que al marqués no le interesaba en realidad el placer, sino el dominio. Se le podría considerar un antecedente del concepto de tolerancia represiva (Marcuse) porque para él la tolerancia no es una finalidad en si misma, sino parte de una estrategia de control.  La razón en Sade actúa como instrumento de restricción del placer.

Al concepto de tolerancia, Sade le opone el de indiferencia; «la fatal indiferencia que caracteriza, mejor que cualquier otra cosa, el alma de un verdadero libertino»., como dice Thérèse del señor M. de Gernande., Ser in-diferente significa que no hay nada diferente y, por tanto, que todo es natural.

La naturaleza es indiferente al dolor y el libertino no hace más que seguir la naturaleza. Obviamente el concepto tiene trampa, el libertino solo es indiferente al dolor de aquellos a quienes somete y no lo es a su propio placer.  A lo único a lo que no podemos ser indiferentes es al cálculo de nuestro propio interés y para eso la tolerancia no nos sirve.

 

Seminario sobre Sade en el Ateneu Barcelonès, junio 2023

 

 

 

 

 

© Ramon Alcoberro Pericay