STUART HALL Y EL AUGE DE LOS CULTURAL STUDIES

Hua Hsu

 The New Yorker, 17 de Julio de 2017

Hace treinta años, muchos académicos consideraban que el estudio de la cultura popular era algo que no les incumbía. Stuart Hall ayudó a cambiar esa perspectiva.

En el verano de 1983, el intelectual jamaicano Stuart Hall, que vivió y enseñó en Inglaterra, viajó a la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign, para ofrecer una serie de conferencias sobre algo llamado "Estudios Culturales". En aquella época muchos académicos todavía consideraban el estudio serio de la cultura popular como algo insignificante; existía entonces una división mucho más marcada entre lo que Hall denominó los gustos "autentificados, validados" de las clases altas y la cultura no refinada de las masas. Pero Hall no consideró útil esta jerarquía. La cultura, argumentó, no consiste en lo que las élites educadas consideran interesante, como la música clásica o las bellas artes. Es, simplemente, "experiencia vivida, experiencia interpretada, experiencia definida". Y consideraba que puede decirnos cosas sobre el mundo que los estudios más tradicionales sobre política o economía por ellos solos no podrían explicarnos.

Orador magistral, Hall estimuló a la audiencia de Illinois, un grupo de pensadores y escritores de todo el mundo que se habían reunido en un instituto de verano dedicado a analizar los enfoques marxistas del análisis cultural. Una joven académica llamada Jennifer Daryl Slack creía que estaba presenciando algo especial y decidió grabar y transcribir las conferencias.  Tras más de una década de intentos por convencerle, Hall finalmente aceptó editar estas transcripciones para su publicación, en un proceso que duró años. El resultado es "Cultural Studies 1983: A Theoretical History", publicado el otoño pasado, como parte de una serie de Duke University Press, "Stuart Hall: Selected Writings", que describe la carrera e influencia de Hall, fallecido en 2014. .

En términos generales, los estudios culturales no son un apartado de las humanidades sino un intento de usar todas sus armas a la vez. Surgieron en Inglaterra, en los años cincuenta y sesenta, cuando académicos de origen obrero, como Richard Hoggart y Raymond Williams, empezaron a pensar sobre la distancia entre su propia educación y las piedras de toque culturales canónicas: la música o los libros que se suponía que te enseñarían cómo ser civilizado y educado. Esos eruditos creían que el aumento de las comunicaciones de masas y las formas populares estaba cambiando permanentemente nuestra relación con el poder y la autoridad, y entre nosotros mismos. En la forma cómo lo hacían, sin embargo, no hubo un consenso amplio. Hall estaba interesado en la experiencia de estar vivo durante esos tiempos perturbadores. ¿Qué es la cultura, propuso, sino un intento de captar estos cambios, de pensar sobre lo que es posible?

Hall creyó siempre que la cultura era un lugar, como él dijo, de "negociación"; un espacio donde dar y recibir, donde los sentidos tenidos por obvios podían cortocircuitarse. «La cultura popular es uno de los lugares donde se combate en esta lucha a favor y en contra de la cultura de los poderosos: también es la apuesta que hay que ganar o perder en esa lucha», argumenta. «És la arena del consenso y la resistencia».  En una sociedad libre, la cultura no responde a los dictados centrales y gubernamentales, pero sin embargo incorpora un sentido inconsciente de los valores que compartimos, de lo que quiere decir que algo está bien o mal. A lo largo de su carrera, Hall estuvo fascinado por las teorías de la "recepción": cómo decodificamos los diferentes mensajes que la cultura nos hace llegar, cómo la cultura nos ayuda a elegir nuestras propias identidades. No estaba meramente interesado en interpretar nuevas formas, como el cine o la televisión, utilizando las herramientas que los estudiosos habían usado anteriormente en el ámbito de la literatura. Le interesaba comprender las diversas fuerzas políticas, económicas o sociales que convergieron en estos medios. No era solo el contenido o el lenguaje de los telediarios, o las revistas populares, que nos dicen qué pensar; también le interesaba cómo esos mensajes fueron estructurados, empaquetados y distribuidos.

Según Slack y Lawrence Grossberg, los editores de "Cultural Studies 1983", Hall se mostró reacio a publicar estas conferencias porque temía que fueran leídas como un conjunto de herramientas críticas aptas para todos los propósitos, en lugar de una serie de conversaciones históricas cuidadosamente ubicadas. Hall mismo era ambivalente sobre lo que él percibía como el fetiche estadounidense de la teoría, la creencia de que el trabajo intelectual era meramente, en palabras de Slack y Grossberg, "una búsqueda de la teoría correcta que, una vez encontrada, desvelaría los secretos de cualquier realidad social".

En el transcurso de sus conferencias, Hall lucha con los antepasados, incluyendo al erudito británico F. R. Leavis y también a Williams y Hoggart (este último fundó el influyente Centro de Estudios Culturales Contemporáneos de la Universidad de Birmingham, que Hall dirigió en los años setenta). Gradualmente, las conferencias se agrupan en torno a preguntas sobre cómo le damos significado a nuestras vidas, cómo reconocemos y entendemos "la cultura que nunca vemos, la cultura que no pensamos que se cultive". Estas conferencias no son instrucciones para "hacer" estudios culturales; casi hasta el final, apenas tocan las formas culturales emergentes que intrigaron a Hall, como el reggae y el punk rock. En cambio, intentan mostrar hasta dónde llegan estas preguntas.

Para Hall, estas preguntas surgieron de su propia vida, un hecho que sus memorias, "Familiar desconocido", publicadas por Duke, en abril, ponen de manifiesto. Hall nació en 1932, en Kingston. Su padre, Herman, fue la primera persona no blanca en ocupar un puesto de alto rango en la oficina jamaicana de United Fruit, una corporación agrícola y agrícola estadounidense; su madre, Jessie, era de raza mixta. Se consideraban a sí mismos como una clase aparte, explica Hall, complaciéndose en un «simulacro colonial bruto de la clase media alta de Inglaterra». Desde muy joven, se sintió alienado por su acogedor abrazo de la jerarquía racial de la isla. Cuando era niño, su piel era más oscura que la del resto de su familia, lo que provocó que su hermana bromeara: "¿De dónde sacaste este bebé coolie?" La frase se convirtió en una broma familiar, que volvería a visitar a menudo. Y, sin embargo, tampoco sentía ninguna conexión auténtica con la clase trabajadora de Jamaica, "consciente del abismo que me separaba de la multitud". El leve sentimiento de culpabilidad que describe se nota sorprendentemente contemporáneo. Y tuvo problemas para expresar los términos de esta incomodidad: «No pude encontrar un lenguaje en el que desentrañar las contradicciones o enfrentar a mi familia con lo que realmente pensaba de sus valores, comportamientos y aspiraciones». El deseo de encontrar ese lenguaje se convertiría en la chispa de animación de su vida profesional.

   En 1951, Hall ganó una beca Rhodes para estudiar en Oxford. Formó parte de la generación "Windrush", un término utilizado para describir las olas de migración de los antillanos a Inglaterra en los años de la posguerra. Aunque Hall provenía de una clase diferente a la mayoría de estos inmigrantes, sintió una conexión con sus compatriotas. "De repente, todo parecía diferente", recordaría más tarde sobre su llegada a Inglaterra. Recortó una foto de periódico de tres jamaicanos que llegaron en el momento en que él lo hizo. Dos de ellos son carpinteros y el otro es boxeador aspirante; Todos van vestidos de punta en blanco. "Ese fue estilo. Estaban en una misión, decididos a ser reconocidos como participantes en el mundo moderno y hacerlo suyo. Veo esta fotografía todas las mañanas mientras salgo hacia ese mundo", escribe.

   Hall encontró discípulos preparados en las universidades estadounidenses, aunque podría argumentarse que el espíritu que animaba los estudios culturales en Inglaterra había existido en los Estados Unidos desde los años cincuenta y sesenta, en revistas clandestinas y en la prensa alternativa. La fantasía estadounidense de su sociedad supuestamente "sin clases" siempre le ha dado a la "cultura" un significado ligeramente diferente del que tiene en Inglaterra, donde las trayectorias sociales se definieron más rígidamente. Lo que los eruditos como Hall realmente tenían en cuenta era la "fase estadounidense" de la vida británica. Después de la Segunda Guerra Mundial, Inglaterra ya no era el "caso paradigmático" de la sociedad industrial occidental. América, ese gran experimento, donde los medios masivos y la cultura del consumidor proliferaron libremente, se convirtió en el continente precursor de lo que estaba por venir. En una tierra donde la movilidad de la miseria a la riqueza es -o eso es lo que tendemos a imaginar- está a un solo golpe de distancia, la cultura trata sobre lo que quieres proyectar en el mundo, ya sea como miembro de la élite o como un hombre común, ofreciendo una interpretación de Shakespeare o de "The Matrix". Cuando la cultura se trata como moda propia, incluso hay espacio para ser multimillonario, si se vive con los pies en la tierra.

   ¿Cómo llegamos aquí, a este presente, con nuestra imaginación limitada por un sentido común y  posibilidades que no elegimos? "Selected Political Writings", el otro libro de la obra de Hall que Duke ha publicado como parte de su serie, se centra principalmente en la larga fase británica de la vida de Hall. El ensayo central es "The Great Moving Right Show", su análisis de 1979 del "populismo autoritario" de Margaret Thatcher. Su ascenso fue tanto un punto de inflexión cultural como político, en opinión de Hall: una enemistad hacia las masas en apuros, oscurecida por la reflexionada actitud  de dura moderación victoriana. Muchas de las piezas de esta colección de artículos giran en torno al tema del "sentido común", es decir a la forma cómo la cultura y la política juntas refuerzan una idea de lo que es aceptable en un momento dado.

   Esta fue la pregunta simple en el corazón del complejo trabajo de Hall, ocasionalmente denso. Se convirtió en uno de los grandes intelectuales públicos de su tiempo, en un activista por la justicia social y contra de la proliferación nuclear, una presencia constante en la radio y la televisión británicas, aunque a este trabajo solo se refiera superficialmente en "Familiar desconocido". De la misma manera Hall no menciona el marxismo, su marco intelectual clave, hasta los últimos capítulos de ese libro. En cambio, como en gran parte de sus estudios más tradicionales, se centra en su sentido cambiante de su propio  contexto. La cultura, después de todo, es una cuestión de construir una relación entre uno mismo y el mundo. « La gente tiene que tener un lenguaje para hablar sobre dónde están y qué otros futuros posibles resultan disponibles para ellos», observó, en sus conferencias de 1983. «Estos futuros pueden no ser reales; si intentas concretizarlos de inmediato, es posible que descubras que no hay nada allí. Pero lo que hay allí, lo que es real, es la posibilidad de ser otra persona, de estar en otro espacio social distinto de aquel en el que ya has sido colocado». Podría haber estado describiendo su propio despertar de sí mismo.

 

© Ramon Alcoberro Pericay