Ramon ALCOBERRO

“Vulnerabilidad” es un criterio prudencial que se usa en la ética de las virtudes, pero no puede ser el criterio básico sobre el que edificar la teoría moral porque hacerlo implicaría situar el miedo, y no la libertad y la capacidad creativa, como las características esenciales de la vida humana. La tradición ilustrada y liberal siempre han defendido que los criterios morales que sirven de patrón a una vida humana con significado son la autonomía moral, la libertad política y la racionalidad discursiva. Es la herencia de Locke, Voltaire, Kant y John Stuart Mill. Pero ello no significa renunciar a pensar la vulnerabilidad como límite, del mismo modo que los griegos pensaban la racionalidad junto al peligro de lo que denominaron “la cruel hubris” (desmesura).

¿Existe algo así como el “crecimiento ilimitado”? Algunos economistas lo han teorizado, pero en realidad, por lo menos hasta ahora, en economía siempre han existido crisis que han provocado costes millonarios, hundimientos de empresas, ruina de inversores y paro. De hecho, desde la crisis del petróleo en 1973, y especialmente en las primeras dos décadas del siglo XXI, el crecimiento económico se ha ido ralentizando en Occidente (no así en Asia) y se han producido más situaciones de estancamiento que de crecimiento económico a nivel mundial. Los economistas llevan años denunciando que indicadores como el PIB no son ya útiles para medir los cambios económicos y que las sociedades postindustriales no pueden ser entendidas mediante las herramientas de análisis forjadas para comprender las sociedades industriales. La vulnerabilidad de los análisis económicos es obvia. Pero la reflexión sobre la vulnerabilidad del sistema no ha sido nunca aceptada de buen grado ni por los bancos ni por la Bolsa.

En realidad, donde más se ha planteado el tema de la vulnerabilidad sistémica es en el ámbito de la ecología. “Economía” y “ecología comparten la raíz griega “oikos” (casa), pero en griego “nomos” es ley y “logos” es razón o palabra. Y es obvio que el nomos a veces tiene poco logos, y que no siempre la razón es normativa (porque tiene mucho de emocional). La ecología como la economía tienen en común el concepto de “ahorro”, pero discrepan en casi todo lo demás. Garrett Hardin, uno de los patriarcas del pensamiento ecológico, describió tres discrepancias básicas entre ecología y economía:

  • Los límites: para la ecología existen límites naturales en los sistemas vivos, más allá de los cuales la energía se disipa y aparece la muerte. Para la economía en principio no hay límites: siempre se puede crecer, buscar nuevos negocios, lograr nuevos mercados, etc.
  • El desencuentro del futuro: en ecología la evolución es la condición de todo sistema vivo, consideración que concuerda con la de la economía (si una empresa no evoluciona muere); pero la economía es una ciencia optimista, que cree en el futuro mejor a través del crecimiento, mientras la ecología desconfía del futuro y ve en la tecnología y en el crecimiento humano y ecológico un peligro de futuro —e incluso de futuro inminente.
  • La consideración de los cambios irreversibles: para la ecología un sistema vivo es irreversible, cualquier cambio implica que ya no se podrá volver atrás o restaurar un pasado; la energía se disipa inevitablemente. En economía, en cambio, ninguna situación es irreversible. Se puede reconstruir un país o una empresa después de una crisis, se puede vivir mucho mejor y crecer si se adoptan las medidas necesarias, etc.

En todo caso, el orden ecológico es vulnerable (por factores que van desde la huella de los humanos en el medio ambiente hasta imponderables vinculados al clima). Los economistas, en cambio, prefieren decir que los sistemas económicos son impredecibles. De hecho, la economía es una ciencia que se basa en expectativas racionales de beneficio, que es un criterio con un importante contenido emocional, mientras que un sistema ecológico tiene como única expectativa el hecho de mantenerse y de garantizarse la suficiente energía para mantenerse.

Economía y ecología comparten, por lo menos, algunas características:

  • La capacidad de los seres vivos y de las organizaciones para asociarse y así hacerse más fuertes.
  • La competencia por recursos escasos (vivos y muertos) y la necesidad de administrar la escasez.
  • La selección natural.

Sería largo y tedioso desarrollar estos tres puntos, pero sí es importante entender que la competencia existe tanto en los mercados como en los sistemas vivos. Lo que no es óbice para que existan también herramientas de colaboración tanto en economía como en ecología. Lo que es obvio que esos sistemas se desarrollan más en ambientes donde predomina el miedo. Los sistemas ecológicos y los sistemas económicos son muy duros para todos los vulnerables. “Lo pequeño es hermoso” es solo una verdad a medias. Como le gustaba decir a Ramon Margalef, el primer catedrático de Ecología que hubo en España y un hombre muy marcado por la guerra civil, la frase debería complementarse recordando que “lo grande es poderoso”. La consideración de la vulnerabilidad es un criterio que no puede ser central ni en ecología, ni en economía, pero actúa como un límite a la hora de comprender cómo funcionan los sistemas complejos. La entropía es un principio básico en el Cosmos y cualquier forma d vida y de organización es una lucha contra la tendencia entrópica inscrita en todo cuanto está vivo. La lucha por la vida exige recordar que la vida es autoafirmación, pero también incluye la vulnerabilidad.

 

Barcelona, 7 de abril de 2020

 

 

 

 

© Ramon Alcoberro Pericay