¿POR QUÉ SADE ES UN INVENTO FRANCÉS?

Sade dijo que a los hombres más valía follárselos que comprenderlos. Voltaire pensaba exactamente lo contrario. Éste es el debate que se establece entre ambos reducido a la dimensión de un titular de diario. Y entre el modo de entender la Ilustración (y de valorar la naturaleza humana) que establecen ambos el debate uno es casual, ni absurdo. Cuando las Luces se obscurecen el pesimismo antropológico es inevitable. Voltaire es el símbolo de la confianza en la razón. Sade, en cambio, es la conciencia de que el hombre es un ser brutal y que el progreso no triunfará jamás.

Sade fue un rousseauniano que tenía poco interés por Voltaire. Le cita en sus cartas, pide sus libros cuando está en la cárcel, alguna de sus obras las hizo interpretar en su teatro y poco más. Toda su reflexión gira alrededor de dos grandes temas, el estado de naturaleza, que él identifica como un espacio de brutalidad y la agresión que nos constituye de tal modo que nunca podemos salir de ella. En ninguna de estas dos cuestiones la obra del señor de Ferney podía ayudarle demasiado.

Sin embargo, la tensión básica de la obra de Sade hay que establecerla con los postulados volterianos porque ambos representan los dos extremos de las Luces. Si para Voltaire —optimista y leibniziano— vivimos en el mejor de los mundos posibles y el hombre existe para ser feliz y para celebrar el lujo y la sofisticación (lo superfluo, eso tan necesario), para Sade, en cambio, la existencia es un error y los humanos son seres despreciables cuya única pasión es la destrucción.

Hay una pregunta que conviene hacer; ¿por qué Sade fue ignorado durante todo el siglo XIX y, en cambio, fue un personaje fundamental en el pensamiento del siglo XX? Pocos pensadores como él han tenido un “destino retrospectivo”. Los surrealistas, el existencialismo y el feminismo (hoy en su variante queer) han debatido con Sade y en algunos casos lo han convertido incluso en un santo de su panteón laico.

Hoy por hoy Sade es básicamente una leyenda y poca gente conoce su biografía de aristócrata brutal, machista y falócrata. Interesa el símbolo más que la realidad empírica. ¿cómo ha sido posible tomar a un reaccionario violento por un progresista transgresor? La respuesta es: porque Francia a inicios del siglo XX (y siguiendo su estela también la Alemania de la Escuela de Frankfurt) necesitaban alguien como él para revisar su relación con las Luces.

Sade como personaje retrospectivo es un invento de Apollinaire, retomado por Breton. Apollinaire descubrió a Sade cuando dejó su trabajo de contable en la Banca Chateaufort et Poitevin y se ganaba la vida publicando libros pornográficos y haciendo fichas por un profesor que estaba preparando una tesis sobre la literatura francesa del XVIII. Su encuentra con Sade que le resulta útil para proyectar una serie de cuestiones sobre la represión sexual de su época.  Fue él quien creó la leyenda de un Sade “maestro del amor” que se necesitaba en una sociedad todavía pacata y reprimida.

Sade es alguien que viene del pasado para decirnos algo sobre el sexo y la violencia que nosotros podemos comprender mejor que él mismo porque no lo experimentamos en una mazmorra lejana sino en nuestra vida diaria.

Breton que había conocido a Apollinaire en 1916 y se veía con él casi todos los días en el café de Flore, simplemente recogió el mito. En el Manifiesto del Surrealismo (1924), consigna una veintena de nombres de antecedentes del surrealismo —alguno tan curioso como Victor Hugo— y escribe que Sade es surrealista en el sadismo. Supuestamente el Divino Marqué encarna la libertad de costumbres y nos muestra la otra cara del decorado del mundo burgués. Y además escribe desde el inconsciente, lo que le emparenta con la investigación formal de las vanguardias.

Ya después de la II Guerra mundial, Lacan escribe un texto curioso: Kant con Sade defendiendo que la máxima sadiana según la cual el libertino tiene derecho a vejar al prójimo como le apetezca cumple en lo esencial los requisitos del imperativo categórico de Kant y Simone de Beauvoir acerca el autor al existencialismo en ¿Hay que quemar a Sade? Ciertamente no fueron los únicos a quienes interesó el tema, pero sí los más significativos.

Lacan no es original; cuando habla de Sade simplemente recogió las tesis de Pierre Klossowski que ya había dicho en los años 30 que el acto perverso obedece a un imperativo moral. Pero Lacan, además, mostraba una total ignorancia respecto a Kant. El filósofo alemán era idealista y defendía que los postulados de la razón práctica eran la libertad, la existencia de Dios y la inmortalidad del alma. Y además Kant escribió antes de Sade. Nunca el determinismo biológico sadiano, ni el amor propio ni la búsqueda del placer pueden ser la base de ningún imperativo categórico kantiano. Considerar sádico el deber moral es no entender la relación libertad/ley ni la universalidad del kantismo.

En cuanto a Beauvoir, ahora se sabe que su relación lésbica con algunas de sus alumnas de bachillerato menores de edad tenía un punto sadiano. Para ella “Sade se siente mujer y echa cara a las mujeres el hecho de no ser el macho que él desea: dota a la más grande, a la más extravagante de todas, a Durand, de un clítoris gigantesco que le permite comportarse sexualmente como un hombre”, pero cuando se lee ¿Hay que quemar a Sade?, fácilmente surge la duda es sobre si está haciendo una tesis ad hoc sobre sí misma, que por lo demás colaboró en la radio petainista hasta un mes antes de la caída de París. Las relaciones de la Beauvoir con Bianca Lambin y con Nathalie Sorokine pueden explicarse desde el esquema lésbico de las relaciones Butch i Femme, que es muy sadiano – con independencia de que hayan podido servir posteriormente a una reflexión feminista.

En resumen, Sade fue necesario en un momento en que se empezaba a cuestionar la implicación entre relaciones sexuales y relaciones sociales y a verlas como fuente de conflicto. Pero esto ahora ya lo sabe todo el mundo, es un lugar común. Por eso es tan complejo pensar Sade en el siglo XXI, porque la liberación de la libido no ha provocado, como esperaba la generación de mayo del 68, la transformación de la libido. La liberación sexual del 68 en realidad no terminó ni siquiera con algunas formas de machismo (no con todas) porque simplemente las sofisticó. Y creó una generación de jóvenes emocionalmente muy insegura a falta de figuras paternas —aunque es obvio que esto último cuesta de aceptar.

Con la recuperación de Sade en el surrealismo y el existencialismo se consolidó esa especificidad tan propia de la cultura francesa en el siglo XX que consistía en ir hacia el futuro mirando al pasado con el retrovisor.

 

Seminario sobre Sade en el Ateneu Barcelonès, junio 2023

 

 

 

 

© Ramon Alcoberro Pericay