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WALTER BENJAMIN: UN ESBOZO DE VOCABULARIO

ANGELUS NOVUS: Uno de los símbolos de las TESIS SOBRE LA FILOSOFÍA DE LA HISTORIA: Es el ángel de la historia que actúa retrospectivamente, pero también el nombre de una revista (fallida como casi todo lo que intentó W.B.) y de un cuadro de Paul Kee.

AURA: Concepto desarrollado en LA OBRA DE ARTE EN LA ÉPOCA DE SU REPRODUCTIBILIDAD TÉCNICA (1936) que tiene un antecedente en PEQUEÑA HISTORIA DE LA FOTOGRAFÍA (1931). Para W.B. la obra de arte tradicional (el cuadro, básicamente) posee un ‘aura’ que le confiere autoridad simbólica que proviene de su ‘aparición única’. Se define por lo que connota como ‘aparición de un lejano, sea cual sea su proximidad’. El aura es un concepto nacido de la religión (los santos cristianos la tienen) que da a las obras de arte una dimensión ‘cultual’. Por extensión, ‘aura’ es todo lo que fascina a quien observa la obra de arte. Con las posibilidades de reproductibilidad técnica (para W.B., básicamente con el cine), la noción de originalidad desaparece.

BIBLIOTECA: W. B. fue un bibliófilo empedernido toda su vida. Embalar y desembalar la biblioteca tiene un valor simbólico y dedicó unos de sus escritos a este tema.

ESTADO DE EXCEPCIÓN: Lejos de ser excepcional, el ‘estado de excepción’ es el instrumento normal del capitalismo para autoprotegerse. De tal forma que los derechos son siempre exclusivamente ‘formales’.

HISTORIA: En W.B. no es una ciencia sino una forma de rememoración. Lo que la ciencia constata, la rememoración lo modifica.

NOMBRE: En la tradición judía, el nombre se da cuando Dios (o cuando el hombre adámico) crea la cosa. Por eso el lenguaje y el nombre tienen un elemento de sagrado. Pero en la modernidad también la sacralizad del lenguaje ha entrado en crisis. Por eso, en tanto que miembro de esa tradición judía y en cuanto crítico de la modernidad, W.B. siempre estuvo en contra de la concepción instrumental del lenguaje. ‘Cuanto más de cerca miramos una palabra, más de lejos nos responde’.

MARGINALES: Los marginales hallan su fuerza en su impotencia. La marginalidad otorga también identidad al propio W.B, que al cabo fue también un intelectual libre precursor de muchos grandes temas, pero cuya influencia fue del todo insignificante en vida. Sus personajes más logrados son marginales e incluso borderlines, (el fumador de hachís, el jugador, la prostituta que se convierte en la última mercancía) y ello no es casual. El mismo sino de la marginalidad es dar testimonio.

MODERNIDAD: En W.B. la modernidad es dos cosas a la vez e inseparablemente: la encarnación del infierno y la promesa de la revolución. W.B. sabe que la modernidad es una fábula que vuela al viento del progreso, confiando ingenuamente en la técnica. El cortejo de catástrofes producidas en la modernidad (cuya encarnación se da en la 1ª G.M.) debiera haber aumentado la lucidez ante la técnica pero no lo ha hecho. No hay, pues, ninguna nostalgia progresista en su obra. Algunos elementos de ‘barbarie positiva’ pueden, sin embargo, salvarnos de la destrucción que encarna la modernidad gracias a su carga crítica y positiva (la pintura de Paul Klee, el teatro de Brecht, la arquitectura de Adolf Loos y de Le Corbusier –donde el secreto está prohibido por el uso del vidrio–, los dibujos de Mickey).

PASEO [Flânerie]: Es el tema de EL LIBRO DE LOS PASAJES, pero en última instancia el paseante es el propio W.B. Pasear equivale para él, casi a una nueva forma de filosofar, aunque sólo sea por lo que tiene de desinteresado y de curioso. Viajero infatigable (pero viajero pobre), sabe que en las ciudades (París básicamente, pero también Moscú, Nápoles o Barcelona) hay una especie de historia subterránea que sólo el paseante pueda captar. El paseante es, también, un resistente porque es quien mejor puede captar lo que en la ciudad hay de teatro y porque pasear es ocioso, gratuito, lo que opone el paseo a la productividad taylorista.

REVOLUCIÓN: No consiste en el resultado de una evolución histórica lineal, sino que significa un acontecimiento mesiánico: el único capaz de impedir la catástrofe. No se hace en nombre del futuro sino del pasado. Véase: ‘violencia divina’.

TEOLOGÍA POLÍTICA: No significa para W.B. que los conceptos políticos sean conceptos teológicos secularizados, como podría parecer a primera vista, sino que Dios se ha convertido en el legislador. Por eso en la política hay algo de la ciega violencia divina. En tanto que partícipe de una tradición judía, la historia aparece como el ámbito de una justicia divina que se encarna en la humillación de los muertos y en el dolor de los oprimidos.

VIOLENCIA: Es el tema de PARA UNA CRÍTICA DE LA VIOLENCIA. El fondo mismo de la vida y la obra de W.B. se inscribe en la violencia del siglo 20. Hay sin embargo dos tipos distintos de violencia en las sociedades humanas: la violencia fundadora del derecho, que legitima el Estado incluso cuando es injusta, y la violencia conservadora del derecho, la de la policía y los ejércitos, que extiende su poder sobre los individuos.

VIOLENCIA DIVINA: La revolución, simplemente, entendida como acontecimiento mesiánico. Es la única violencia capaz de destruir la violencia. Emerge del dolor de los muertos, de los humillados y de los destrozados por el progreso. Y por ello mismo es sagrada.

UTOPÍA: No es pensable ni realizable sino a condición de asumir su ambigüedad fundamental. Nunca ninguna revolución podrá realizarla. El Ángelus Novus sabe bien por qué gira la cara ante el futuro.