Second slide

EL SENTIDO DE LA FENOMENOLOGÍA – Una aproximación

 

A grandes rasgos, la Fenomenología ha sido una escuela de filosofía del siglo 20, centrada en la teoría del conocimiento y ha sido una metodiología cultivada dos generaciones de pensadores: la de los fundadores, Husserl Scheler y Heidegger (aunque éste último prefiriese no usar el término), y la de los primeros continuadores en los años inmediatamente posteriores a la 2ª Guerra Mundial (Fink, Gadamer, Sartre, Merleau-Ponty, Lévinas, Ricoeur…).
Cada una de esas grandes personalidades dio su propia versión de la fenomenología, e intentar un resumen sintético de la Escuela tiene algún riesgo de caer en la caricatura; pero a grandes rasgos se pueden establecer algunas líneas del pensamiento fenomenológico, especialmente en su oposición a la filosofía analítica que marcó básicamente el siglo pasado.
La fenomenología es fundamentalmente una teoría de la percepción de la realidad basada en la tesis de la intencionalidad.
La fenomenología se constituyó básicamente en debate con la psicología de la Gestalt, que entre los últimos años del siglo 19 y la 1ª Guerra Mundial observó que el cerebro es capaz de construir un sentido incluso para objetos que realmente no lo tienen (rellenando vacíos de información, construyendo puentes entre datos objetivamente inconexos, etc.).
Con la Gestalt se inició la teoría constructivista sobre la realidad. La fenomenología se presenta como una superación de la psicología, porque no acepta la tesis de que mi mente crea el mundo. De la misma manera quiere ser una superación de la tesis empirista, porque mi experiencia de las cosas no puede confundirse con las cosas. La intencionalidad de la mente y la primacía de la experiencia estaban en la base de las teorías positivistas.  Pero la fenomenología intentó desmontar ambas tesis. 
El hecho de que la mente humana sea intencional se da de bruces con el hecho de que los fenómenos existen tal cual, independientemente de mi percepción. La “tesis dura” de la fenomenología afirma que el fenómeno existe tal cual y puede ser captado por la mente incluso sin pasar por el contenido lingüístico, pues no siempre las diferencias gramaticales muestran diferencias lógicas. Hay que ir, pues “a las cosas mismas”, para elucidar su valor con independencia de los hábitos mentales adquiridos.
“Fenómeno” quiere decir (en griego),” lo que aparece”, lo que se muestra – y “fenomenología” es el procedimiento que se rige por el fenómeno como la cosa misma. El fenómeno está ahí, existe tal cual, es un “dato originario” y no necesita justificarse por existir; los fenómenos no han de ser explicados, sino descritos.
En la filosofía clásica (y muy especialmente en Platón y en Kant), la apariencia se opone a la verdad del ser. En Husserl y en la tradición fenomenológica, al contrario, la apariencia dice la verdad del ser (“la evidencia no es otra cosa que la vivencia de la verdad”).
Si los fenómenos se presentan a nosotros en un sentido propio, que no está determinado por nuestros esquemas lingüísticos, entonces resulta preciso considerar que el conocimiento “puro” (por así decirlo) de las cosas es realmente posible a condición de ser capaz de retrotraerse a una especie de experiencia originaria, que la fenomenología denomina “epojé” [epoché, epokhé]. Esa palabra designa el acto de poner entre paréntesis todo lo que sabemos de las cosas para que sean ellas mismas quienes se nos muestren. La “epojé” cierra completamente todo juicio sobre el espacio y el tiempo, evita que lo sabido sirva de base para conocer lo que se nos presenta y, en cierta manera, tiene que ver con lo que Descartes llamó la “duda metódica”, aunque Husserl consideraba que Descartes fue poco radical en el proceso de duda al no poner entre paréntesis la propia coherencia del yo.
A diferencia de lo que defiende la teoría analítica, una experiencia de este tipo no se ha de confundir ni con una proposición, ni con una creencia.  La fenomenología sería, más bien, una forma de “saber ver”. Se trata de “liberar” la mirada, de aprender a ver las cosas mismas, dejando que sean ellas y no nuestros hábitos perceptivos quienes nos orienten en el ámbito del conocimiento.
La fenomenología es un saber contemplativo (se trata de que la conciencia no interfiera en la revelación de la cosa), apofántico (en la razón se revela el ser), riguroso (porque busca una fundamentación absoluta del conocimiento) y subjetivo (porque el análisis de la conciencia sitúa al yo como sujeto unificador de toda intencionalidad).
Que esa forma de conocimiento sea posible sin degradarse en forma de subjetividad emotivista, resulta difícil de justificar. Pero buena parte de la mejor filosofía del s. 20 intentó ir por ese camino.