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UNA NOTA SOBRE NIETZSCHE, CRÍTICO DE MILL

Ramon ALCOBERRO

Para Nietzsche, el utilitarismo es una expresión de nihilismo que sintetiza los tópicos de la moral del rebaño. Su crítica a las tesis de Mill es absolutamente radical. Si algo se opone a la idea de una moral del altruismo utilitarista (que busca el mayor bien para el mayor número) es el individualismo del Superhombre nietzscheano, único e incomparable (autoreferencial, centrado sobre si mismo). El odio a la mediocridad y al cálculo enfrentan radicalmente a Nietzsche con el pensamiento utilitarista.

Nietzsche es un individualista radical. Cualquier proyecto ilustrado orientado a la mejora de la humanidad, Nietzsche la considera puramente retórica, cuando no despreciables, porque, sencillamente, la humanidad no puede mejorar. Siguiendo a Schopenhauer (al fin y al cabo el ‘educador’ por excelencia), Nietzsche es claramente pesimista sobre la mejora moral. La humanidad está construida así y no puede ser distinta. Mientras Mill defiende una concepción claramente social de la acción humana y una ingeniería reformista, Nietzsche no pasa por menos de una transvaloración de todos los valores. Nietzsche es un psicólogo de la decadencia y de la catástrofe. Las referencias milleanas al amor por el género humano y al papel de la educación como instrumento para la transformación social (por no decir nada de la defensa milliana de los derechos de las mujeres) simplemente harían reír a Nietzsche.

Nietzsche considera imposible que el interés personal de cada cual pueda armonizarse con el interés general. Y tampoco cree para nada en la imparcialidad como guía de nuestras acciones ni en la reciprocidad, que para Mill son virtudes morales fundamentales. La reciprocidad es para Nietzsche algo particularmente vulgar, porque ignora el valor de la acción personal y del creador en tanto que individuo único.  Los intereses del Superhombre están marcados por la asunción de su propio destino en tanto creador, y nada tienen que ver con los de la moral del rebaño. El criterio del bienestar de la mayoría no tiene el más mínimo sentido para un Superhombre.

Por lo demás hay un aspecto que a Nietzsche le repugna particularmente en el utilitarismo: el cálculo. Para Nietzsche simplemente es absurdo suponer que las emociones y los impulsos (que caracterizan al hombre creador) se pueden reducir a cálculo. Lo realmente decisivo en la perspectiva no es el número de placeres y desplaceres, sino el valor cualitativo de estos y, muy especialmente, el hecho de que sean únicos. La misma idea de cálculo sólo puede proceder de individuos pequeños, reprimidos, y de todo ajenos a la generosidad del Superhombre que dice sí a la vida. El valor de una acción es siempre personal y no se puede calcular - y mucho menos puede valorarse por sus consecuencias.

Cuando alguien calcula las consecuencias de sus acciones es porque ha perdido de vista la concepción aristocrática de la vida, según la cual la riqueza de la diferencia no puede ser medida bajo ningún criterio. En este sentido el utilitarismo es vulgar, o plebeyo, cuando defiende que dos acciones distintas pueden compararse entre si y cuantificarse. Calcular es introducir la lógica del dinero en una vida que debe ser creación de sentido. El dinero y el cálculo, según Nietzsche, ensucian la vida del creador, cuya vida en tanto que individuo vale más que la masa.

Sin embargo también hay elementos en que ambos filósofos hubiesen estado de acuerdo, aunque Nietzsche en apariencia nunca fue consciente de la seria crítica al conformismo y a la vulgaridad de las clases medias, que Mill había hecho en Sobre la Libertad.

Nietzsche y Mill habrían estado profundamente de acuerdo en afirmar que la sociedad actual promueve el conformismo, la uniformidad y la sumisión a los tópicos, cosas que a ambos les parecían repugnantes. Las tradiciones y costumbres son para ellos cadenas de la mente que deben ser rechazadas, o directamente rotas. Ambos defendían también que uniformizar la sociedad era algo intrínsecamente malo y que convenía a la sociedad un cierto nivel de aristocraticismo (especialmente una nueva aristocracia de creadores), en la medida en que los valores más altos han de ser defendidos contra la tendencia de las masas a la igualación por abajo.

Para ambos una sociedad se justifica por su capacidad para crear y promover individualidades fuertes y creativas. Es curioso, sin embargo lo mal que conocía Nietzsche las ideas utilitaristas. Así consideraba que una vida dedicada a ‘calcular’ los placeres en una perspectiva utilitarista conducía a un ascetismo absurdo y nihilista. Pues bien, Bentham opinaba lo mismo. Para el utilitarismo, el ascetismo es una falsa respuesta al problema de la moralidad. Disminuir la felicidad es mal siempre y convertir la economía en un instrumento del resentimiento es una idea muy conservadora (mucho de lo que escribió Hayek no es mas que resentimiento); pero nada tiene que ver con la búsqueda de la felicidad a través del cálculo de consecuencias. Era Nietzsche quien creía en la disciplina del sufrimiento (Die Zucht des Leidens), como herramienta de la gran política y como un paso necesario para el advenimiento del Superhombre. Eso nada tiene que ver con el utilitarismo.    

Finalmente, Nietzsche y Mill habrían estado de acuerdo  en lo inevitable del conflicto entre la libertad personal y la autoridad del Estado, y en que las decisiones del Estado no pueden depender de las opiniones de una masa inculta. Pero habrían divergido radicalmente sobre la mejor manera de terminar con la incultura; para Mill el género humano solo podía ser mejorado mediante la educación y la reforma. Opción que, como hemos visto, Nietzsche consideraba absurda.