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EDWARD O. WILSON: SOBRE ÉTICA


Un fragmento del cap. 27 de SOCIOBIOLOGÍA; LA NUEVA SÍNTESIS (p. 580-581)

Científicos y humanistas deberían considerar conjuntamente la posibilidad de que ha llegado el momento de retirar temporalmente la ética de las manos de los filósofos y biologizarla. Hasta el presente, el tema está formado por diversos conceptos extrañamente disjuntos. El primero es el intuicionismo ético que cree que la mente tiene un conocimiento directo de lo auténticamente correcto y falso, que puede formalizase por lógica y traducirse en reglas de acción social. El precepto–guía más puro del pensamiento occidental secular ha sido la teoría del contrato social, formulada por Locke, Rousseau y Kant. En nuestros tiempos el precepto ha sido vuelto a tejer según un sólido sistema filosófico por John Rawls (1971). Su imperativo es que la justicia no debería integrarse meramente en un sistema de gobierno, sino que debería ser el objeto del contrato original. Los principios denominados por Rawls ‘justicia como rectitud’ [nota: es más habitual hablar de ‘justicia como equidad’ R.A.], son aquellos que elegirían las personas libres y racionales si estuvieran iniciando una asociación a partir de una posición de igual ventaja y desearan definir las reglas fundamentales de la asociación. Al juzgar la aptitud de las leyes y comportamientos subsecuentes sería preciso poner a prueba su conformidad con la incontrovertible posición de partida.

El Talón de Aquiles de la posición intuicionista es que confía en el juicio emotivo del cerebro como si este órgano debiera tratarse de una caja negra. Mientras unos pocos no estarán de acuerdo con que la justicia como rectitud sea un estado ideal para espíritus desencarnados, el concepto no es en modo alguno explicativo o predictivo con respecto a los seres humanos. En consecuencia no considera las consecuencias ecológicas o genéticas últimas de la rigurosa prosecución de sus ideales. Quizás la explicación y la predicción no sean necesarias para el milenio. Pero es improbable que el genotipo humano y el econosistema en que evolucionó estuvieran pasados de moda según una extrema rectitud. En cualquier caso, la completa exploración de la maquinaria nerviosa del juicio ético es deseable y ya está progresando. Este esfuerzo, que constituye el segundo sistema de conceptualización, puede denominarse ‘conductismo ético’. Su proposición básica, que ha sido extendida de la forma más completa por J.F. Scoott (1971) sostiene que el compromiso moral es totalmente aprendido, siendo el condicionamiento operativo el mecanismo dominante [véase nota 1. R.A.].

En oposición a esta teoría se halla la ‘concepción evolutivo-genética’ del comportamiento ético. La versión mejor documentada es la que proporciona Lawrence Kohlberg (1969). El punto de vista de este autor es estructuralista y específicamente piagetiano, no estando de todas formas relacionado todavía con el resto de la biología. Piaget ha utilizado la expresión ‘epistemología genética’ y Kohlberg la de ‘cognoscitivo-evolutiva’ para designar al concepto general. Sin embargo, los resultados llegarán a incorporarse eventualmente a unas amplias biología evolutiva y genética.

(…) Incluso si el problema se solucionara mañana, faltaría una parte importante. Se trata de la ‘evolución genética de la ética’. En el primer capítulo de este libro argüía que los filósofos éticos intuían los cánones deontológicos de la moral, consultando los centros emotivos de su propio sistema hipotalámico-límbico. Esto también se cumple para los evolucionistas, incluso cuando están siendo los más severamente objectivos. Sólo mediante la adaptación de los centros emotivos como una adaptación biológica puede descifrarse el significado de los cánones. Parte de la actividad es probable que esté desfasada, como una reliquia del ajuste a las más primitivas formas de organización tribal. Otra parte podría estar en período de crecimiento, constituyendo nuevas y rápidas adaptaciones cambiantes a la vida agraria y urbana. La confusión resultante se verá acentuada por otros factores. En la medida que los genes unilateralmente altruistas se han establecido en la población mediante la selección de grupo, hallarán la oposición de los alelomorfismos favorecidos por la selección individual. El conflicto de los impulsos bajo sus varios controles es probable que se halle ampliamente extendido en la población, pues la teoría actual predice que los genes estarán mantenidos en el mejor de los casos en un polimorfismo equilibrado (cap. 5). La ambivalencia moral se intensificará más debido a que la circunstancia de un programa de ética dependiente del sexo y la edad puede impartir una eficacia biológica superior a la de un código de una sola moral que se aplique de manera uniforme a todos los grupos de sexo-edad. El argumento para esa aseveración es el caso especial de la distribución de Gadgil-Bossert, en que las contribuciones de las interacciones sociales a los programas de supervivencia y fertilidad (véase el capítulo 4 ‘Principios relevantes en biología de poblaciones’)


Fragmento del cap. 27 de SOCIOBIOLOGÍA; LA NUEVA SÍNTESIS © Ed. Omega, Barcelona, 1980; p. 580-581. Trad. de Ramon Navarro y revisión de Andrés de Haro. Reproducción exclusivamente para uso docente.


Nota 1. Ramon ALCOBERRO - Wilson se considera a sí mismo tan lejano al conductismo como a las tesis de Lorenz, Morris, etc, cuyo método califica de ‘ineficaz y confuso’, en la medida en que se basa en ‘extrapolaciones’ de la conducta de los simios a la conducta humana. En SOCIOBIOLOGÍA (cap. 27, apartado ‘plasticidad de la organización social’, p. 568), Wilson resume también brillantemente las reglas de lo que denomina ‘aproximación skinneriana’, aunque considera que la equiparación ‘de la mente humana como una máquina de respuestas, virtualmente equipotente, no era ni correcta ni heurística’. Dichas reglas son:

‘1.- Si en el pasado la incidencia de un determinado estímulo-situación ha sido la ocasión en que ha sido recompensada una actividad humana, cuanto más similar sea el estímulo-situación presente al pasado, más probable será que el hombre, en los momentos presentes, emita esta actividad u otra similar a ella’.

‘2.- Con cuanta mayor frecuencia dentro de un período de tiempo dado la actividad de un hombre recompense el comportamiento de otro, más a menudo el otro ejecutará el comportamiento’.

‘3.- Cuanto más valiosa sea para un hombre la unidad de actividad que otro le proporcione, más a menudo se comportará en la forma recompensada por la actividad del otro’.

‘4.- Cuanto más a menudo haya recibido un hombre en un pasado reciente una actividad compensadora por parte de otro, menos valiosa llegará a ser para él cualquier otra unidad de tal actividad’.